Domingo trigésimo segundo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
2 Mac 7, 1-2.9-14; 2 Tes 2, 15-3, 5; Lc 20, 27-28)
La resurrección de los muertos
Un día le preguntaron a Jesús los saduceos, que no creen en la resurrección
de los muertos, si había matrimonios en el Cielo, con el fin de dejar en ridículo al
Señor: le presentaron el caso de una mujer (debe haber sido un caso hipotético,
pues esta dama supuestamente sobrevivió a ¡siete! hermanos con los cuales se
había casado consecutivamente cada vez que iba enviudando de cada uno). La
pregunta era que después de morir la viuda, cuando llegara la resurrección “¿de
cuál de ellos sería esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”.
Jesús les responde: “en esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la
vida futura -los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los
muertos- no se casarán ni podrán ya morir, porque serán semejantes a los Ángeles.
Y serán hijos de Dios, pues El los habrá resucitado”.
De esta respuesta a los saduceos podemos sacar enseñanzas muy
importantes sobre nuestra futura resurrección.
1. Hay una vida futura. Sí la hay. La verdadera Vida comienza después de la
muerte. Esta vida es sólo una preparación para esa otra Vida. Por eso rezamos en
el Credo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”.
2. Todos estamos llamados a esa Vida del mundo futuro, en el que viviremos
“resucitados”, en una vida distinta a la del mundo presente. Pero no todos
llegaremos a esa Vida: sólo “los que sean juzgados dignos de ella y de la
resurreccin de los muertos”. La voluntad de Dios es que todos los hombres y
mujeres nos salvemos y lleguemos a esa Vida del mundo futuro. Pero como nos
advierte el mismo Jesús sobre el momento de la resurrección de los muertos:
“Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán la voz del Hijo de
Dios y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, pero los
que obraron mal resucitarán para la condenacin” (Jn. 5, 28-29). Todos
resucitaremos, pero unos resucitarán para la Vida y otros para la condenación.
3. En el Cielo no habrá matrimonios: “en la vida futura no se casarán”. Es
cierto que estaremos junto con los demás salvados, incluyendo nuestros seres
queridos, pero lo importante en el Cielo será vivir en la plenitud de Dios.
4. Llegaremos a ser inmortales: “no podrán ya morir y serán semejantes a
los Ángeles” , que son bellos, inmortales, refulgentes, etc. Seremos entonces
plenamente hijos de Dios, pues seremos como El, a partir del momento de nuestra
resurrección, ya que estaremos purificados totalmente del pecado y de todas sus
consecuencias. A esto se refiere San Juan cuando nos habla de nuestra nueva
condición: “Amados, ya somos hijos de Dios, aunque no se ha manifestado lo que
seremos al fin... seremos semejantes a El, porque lo veremos tal como es” (1 Jn. 3,
2).
Esta es nuestra esperanza, nuestra resurrección: sé que mi redentor vive y
nunca seré defraudado; o como hemos cantado en el Salmo 16: “Al despertar,
Seor, contemplaré tu rostro”.
Que así sea.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)