Domingo trigésimo tercero
Mal 3, 19, 20a; 2 Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19
La parusía
Las Lecturas del Domingo pasado nos hablaban de nuestra resurrección,
haciéndonos reflexionar sobre lo que nos espera después de esta vida terrena. Las
Lecturas de hoy continúan esa línea y nos hablan de un tema que no nos gusta
mucho: el Fin de los Tiempos, la Segunda Venida de Cristo.
Las imágenes del Evangelio de hoy tal vez nos resultan un poco incómodas...
hasta podrían darnos un poco de miedo. Pero notemos que es el mismo Jesucristo
quien nos las presenta, no para asustarnos, sino para alertarnos, para que estemos
siempre preparados.
Y la Iglesia, para recordarnos esa preparación tan necesaria, nos presenta
estos textos de los últimos tiempos, en estos domingos con los que concluye el Año
Litúrgico…
Sobre nuestra preparación, San Francisco de Sales recomienda que vivamos
cada día como si fuera el último día de nuestra vida. Así no tendremos nada que
temer cuando nos venga ese día. Y ese día nos puede venir, bien porque morimos,
o bien porque vuelve Jesucristo en gloria “para juzgar a vivos y muertos”, tal como
rezamos todos los Domingos en el Credo.
La Segunda Venida del Señor no tiene que atemorizarnos, sino que más bien
debe llenarnos a todos de una gran esperanza. En primer lugar, porque Cristo
vendrá a poner las cosas en su lugar. En la vida presente -y sobre todo en nuestro
mundo actual- pareciera que el Mal venciera sobre el Bien, pareciera que los que no
viven de acuerdo a Dios viven más tranquilos... y hasta más felices. ¿Por qué
parece que los malos siempre triunfan?, se preguntan muchos.
Pero veamos la Primera Lectura del Profeta Malaquías (3, 19-20): al final a
cada uno le tocará lo que haya merecido con su conducta en esta vida. Dice el
Profeta: “Ya viene el día del Seor ardiente como un horno”. Para unos ese horno
“los consumirá como paja”. Pero para “los que temen al Seor, brillará el Sol de
Justicia y les traerá la salvacin en sus rayos”. Es decir, el día final para unos será
de una manera y para otros será diferente, todo dependiendo de cómo haya sido
nuestra vida en la tierra.
¿Qué debemos hacer para cuando llegue el día del Señor? El Evangelio nos
dice: Estén alertas para que no les sorprenda este día... Por eso estén vigilando y
orando en todo tiempo, para que se les conceda escapar de todo lo que debe
suceder”.
Oración y vigilancia es lo que nos pide el Señor. Orar y actuar como si hoy
-y todos los días- fueran el último día de nuestra vida terrena.
San Pablo nos advierte en la Segunda Lectura (2 Tes. 3, 7-12) sobre el
actuar, porque “algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada y,
además, entrometiéndose en todo”. Esto debe poner en guardia a los que pensando
que el final de los tiempos pudiera estar cerca, decidieran cruzarse de brazos y
simplemente esperar. También la advertencia sirve para cualquier holgazán que
quiera vivir sin “ganarse con sus propias manos la comida”, o la vida eterna sin
hacer nada, sin participar en la construcción del reino de dios y en la edificación de
su Iglesia…
En resumen: hay que trabajar como si nada fuera a suceder. Y orar como si
en cualquier momento pudiera llegarnos el final, bien porque nos llegue el día de
nuestra muerte, o porque llegue Cristo en su Segunda Venida.
Ahora bien, lo importante no es saber el cómo y el cuándo. Lo importante es
estar siempre preparados. Lo importante es vivir cada día como si fuera el último
día de nuestra vida en la tierra.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)