DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO
Ez 18, 25-28; Sal 24, 4-9; Flp 2, 1-11 Mt 21, 28-32
«”Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo:
„Hijo, vete hoy a trabajar en la via.‟ Y él respondi: „No quiero‟, pero después se
arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondi: „Voy,
Seor‟, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” –“El primero”- le
dicen. Díceles Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan
antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de
justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron
en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él. »
La semana pasada el Evangelio nos presentaba el hecho concreto de lo inesperado
de la elección y llamada de Dios, y esto porque la iniciativa de Dios sorprende y
llega en un momento de la vida determinado por Dios, no señalado por la voluntad
humana. La presente semana el Evangelio nos pone frente a una figura muy
familiar: la actitud de dos hijos ante un Padre, la cual muchas veces puede
sorprender, porque tantas veces el padre de familia espera que la respuesta de los
hijos siga sus propias proyecciones y, sin embargo, esto no sucede. Muchas veces
el padre se encuentra con la desazón, con el desconcierto y, por qué no decirlo, con
la frustración cuando el hijo no corresponde a la expectativa que se ha creado.
El evangelio nos presenta las actitudes opuestas de dos hijos que responden de
manera diversa a la petición de su padre. Según el texto evangélico, el primero
desiste en obedecer a la solicitud del padre para luego arrepentirse. El segundo
abiertamente declara que llevará a cabo la petición del padre, pero luego no realiza
aquello que declaró. Esta parábola nos pone frente a la falsedad y culpabilidad de
los fariseos, representados en el hijo que promete y no hace, y por ello excluidos
del reino de Dios. En cambio, en el hijo que primero dice que no y después
obedece, vemos representados a los publicanos y las rameras, considerados como
los más pecadores, quienes han creído y por eso han sido hechos partícipes del
reino de Dios.
El Papa Benedicto XVI dice: la liturgia nos propone la parábola evangélica de los
dos hijos enviados por el padre a trabajar en su viña. De ellos, uno dice en seguida
que sí pero luego no fue; el otro en cambio rechaza en ese momento, pero
después, arrepintiéndose, secunda el deseo paterno. Con esta parábola Jesús
confirma su predilección por los pecadores que se convierten, y nos enseña que
hace falta humildad para acoger el don de la salvacin (Benedicto XVI Ángelus,
28 de septiembre de 2008).
Tenemos que diferenciar dos actitudes opuestas que nacen del corazón del hombre,
por eso la palabra dice: «... Dios no mira la apariencia sino el corazón del
hombre...», entonces, el presente evangelio tendrá como núcleo esta mirada al
corazón del hombre. Cristo reprende la actitud de aquellos que desprecian a los
publicanos, como aquel fariseo que entró al templo y oraba diciendo que no era
como aquel publicano, quien de rodillas pedía perdón; o también la actitud de las
vírgenes necias quienes, creyendo tener aceite suficiente para esperar al novio, son
excluidas del banquete nupcial por no ser precavidas. En este sentido, la actitud del
segundo hijo que acepta ir a trabajar a la viña y luego no va, representa al pueblo
de la primera alianza, a los fariseos, saduceos y sacerdotes. Pues la actitud de
éstos en referencia a la predicación de Cristo ha sido de un apego al cumplimiento
de la ley y de justificar su vida y su fidelidad a Dios por el sólo cumplimento de la
ley. Cumplimiento que les lleva a vivir con expresiones solamente externas pero
con un corazón endurecido y lleno de juicios y exigencias.
El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: Los dos hijos representan dos modos
inmaduros de relacionarse con Dios: la rebelión y una obediencia infantil. Ambas
formas se superan a través de la experiencia de la misericordia. Solo
experimentando el perdón, reconociéndose amados por un amor gratuito, más
grande que nuestra miseria, e incluso que nuestra justicia, entramos finalmente en
una relacin verdaderamente filial y libre con Dios (Benedicto XVI, Ángelus, 14
de marzo de 2010).
El tema que el evangelista quiere resaltar en este evangelio es la actitud del primer
hijo porque Dios, en Cristo, fundará en ellos el pueblo de la Alianza Nueva. No por
casualidad el evangelista dice: «...mientras los publicanos y las prostitutas creyeron
en él...», porque este padre dueño de la viña es la voz del Padre que a través de
Cristo llama a los hombres para ser miembros de su pueblo santo. Por ello el Papa
Benedicto XVI dice: Jesús nos invita a la escucha obediente de la Palabra del
Señor y al cumplimiento fiel de la Voluntad divina. Las enseñanzas de Jesucristo,
cuando son acogidas con una fe profunda, sencilla y dócil, transforman la vida de
toda persona, de cualquier clase y condición, y muestran cual es el camino que
conduce al Reino de Dios (Benedicto XVI Ángelus, 28 de septiembre de 2008).
Centrándonos en el sentido de la parábola debemos observar que los dos hermanos
reciben la misma invitacin por parte de su padre: Hijo, ve hoy a trabajar en mi
via, esta es la llamada que todos recibimos por parte de Dios quien sale al
encuentro del hombre y busca caminos para que le descubramos. Los hijos de la
parábola representan a quienes han tomado conciencia de ello y están en
disposición de dar una respuesta. Este evangelio nos revela que Dios no hace
acepción de personas, pues Cristo no ha venido a juzgar ni a condenar al hombre,
sino a servirlo, a redimirlo y recrearlo para dar cumplimiento a todas las profecías
del Antiguo Testamento. La viña de la cual habla el evangelio hace referencia a la
Iglesia, al pueblo de Dios, por lo tanto, el evangelio nos está invitando a escuchar
la voz del Pastor y a llevar a cumplimiento en nuestra vida la palabra escuchada.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar