SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Viernes de la 3ª semana después de Pentecostés
Dios Padre nos ha concedido en el Corazón de su Hijo, tesoros
inagotables de amor, de misericordia y de cariño. Dios nos ama, San Pablo nos dice
que el Padre, ni a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó a la muerte por todos
nosotros, como prueba suprema de su amor.
El amor del Padre hace que su Hijo tome nuestra carne, es decir, nuestra
condición humana, menos el pecado. El amor se nos revela en la Encarnación, en
ese andar redentor de Jesucristo por nuestra tierra, hasta el sacrificio supremo de
la Cruz. Y, en la Cruz, se manifiesta con un nuevo signo: uno de los soldados abrió
a Jesús el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Agua y sangre
de Jesús que nos hablan de una entrega realizada hasta el último extremo, por
amor.
Hoy es un día en el que hemos de abrir nuestro corazón al Corazón de
Jesús, y decidirnos por hemos a trabajar porque el corazón de Jesús, su amor, viva
y reine en el corazón de cada cristiano: Jesús desea estar con cada uno, y trabajo
nuestro es provocar que todo hombre o mujer tenga el deseo del amor de Jesús.
Parece que el corazón humano ha caído en un desgano del amor de Jesús: los
corazones dejan al manantial de aguas vivas para hacerse cisternas agrietadas que
el agua no retienen: están ciegos, con mucho egoísmo, metidos en materialismo y
el consumismo egoísta; y se cierran al amor del Sagrado Corazón de Jesús.
¿Qué hacer ante esta realidad? conocer y amar el Corazón de Jesús; siendo
personas de oración, que nos lleve a la acción. Es una buena decisión de los
Obispos mexicanos de renovar la consagración de México al sagrado Corazón de
Jesús. Esto nos pide reiniciar el camino al que nos invita san Pablo: que Cristo
habite por la fe en sus corazones; y que arraigados y cimentados en la caridad,
podáis comprender con todos los santos, cuál sea la anchura y la grandeza, la
altura y la profundidad del misterio del amor de Dios.
Tengamos presente toda la riqueza que se encierra en el Sagrado Corazón de
Jesús: cuando hablamos de corazón humano nos referimos a los sentimientos, a
toda la persona que quiere, que ama y trata a los demás. Al corazón pertenecen la
alegría: Así, contagiados del amor de Jesús, nuestro corazón en su corazón, se ha
de alegrar en su socorro; arrepentirse como cera que se derrite dentro de nuestro
pecho; nuestro corazón en su Corazón, se ha de alegrar cantando un cántico
nuevo; teniendo un corazón bien dispuesto. Así no caben la duda y ni el temor: no
se turbe su corazón, crean en mí, nos dice.
Al recomendar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, se nos está
recomendando dirigirnos íntegramente con todo nuestro ser, a Jesús. Así se
concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús: en conocer a Dios y
conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a El, para ser dignos
portadores de la grandeza del hombre que llevamos de cristianos.
Cuando nos hagamos verdaderos devotos del sagrado Corazón nuestra
manera de ser cambiará. Tendremos siempre hambre de Jesús: de su Palabra, su
persona y su vida, para amarlo e imitarlo. Ésta es la voluntad de Jesús: “si alguno
tiene sed, venga a mí y beba”. Nos ofrece su Corazón, para que encontremos allí
nuestro descanso y nuestra fortaleza. Si aceptamos su llamada, comprobaremos
que sus palabras son verdaderas, y aumentará nuestra hambre y nuestra sed de Él,
hasta desear que establezca en nuestro corazón como lugar de su reposo.
María, reina de la paz, porque tuviste fe y creíste que se cumpliría el anuncio
del Ángel, ayúdanos a crecer en la fe, a ser firmes en la esperanza, a profundizar
en el Amor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)