Fiesta de los santos Pedro y Pablo
29 junio
“Piedras” fundamentales de nuestra Iglesia.
Pedro y Pablo son fundamento de nuestra Iglesia. Son los dos hombres con un
pasado no siempre ejemplar.
Pedro es un predilecto de Jesús, desde el primero momento. Vive con el
Señor los acontecimientos más importantes de su vida, todos aquéllos que estaban
reservados para unos pocos. Fogoso y temperamental no tiene inconveniente en
asegurar a Jesús que es capaz de morir con El y que le seguirá fielmente hacia ese
camino de dolor y renuncia que el Señor estaba anunciando y que Pedro, en un
primer momento, rechazó con toda la energía de su temperamento. Pero todos
sabemos que Pedro le falló a Jesús: lo negó, se avergonzó de Él... No es para
escandalizarse. Todos nosotros tenemos más que motivos suficientes para
comprenderlo y disculparlo. Lo comprendió y lo disculpó el Señor. Siguió
encontrándose con él después de su resurrección, concediéndole, como siempre, un
“trato de favor” y, tal como hoy leemos en el evangelio, quiso dejarle el cuidado de
los suyos, sin recordarle nunca su estrepitoso fallo.
No hubo para Pedro, por parte de Jesús, reprensión sino perdón. No le echó en
cara Jesús a Pedro su pasado, solo le anunció su futuro, en el que Pedro,
efectivamente, será capaz de seguir, paso a paso, las huellas de su Maestro. Y
quedó claro que lo único que Jesús exigió a Pedro para que fuera su fiel imagen en
la tierra, era que le amara. Si hay algo claro por parte de Cristo es el deseo de
fundamentar a los cristianos en el amor, en el amor a su Persona y, como
consecuencia lógica, en el amor a todos los hombres.
Pablo también es un hombre con tristes antecedentes. Fogoso de la Ley,
dogmático, duro e intransigente, se caracterizó por la persecución a los primeros
cristianos creyendo sinceramente que así hacía un buen servicio a Dios,
naturalmente a su Dios. Hizo falta que cegaran sus ojos, que tan claramente veían,
para que una luz nueva se hiciera en su interior y rompiera completamente con
aquel estilo que tan contrario era con el del Señor al que, a partir de entonces, iba
a servir con una dedicación exclusiva y total. También para Pablo será el amor de
Cristo el que cimentará su vida, ya para siempre, orientada hacia una sola meta.
Estas son las “piedras” fundamentales de nuestra Iglesia. Unas piedras
que tienen sus grietas y sus resquebrajaduras, porque la única Piedra fundamental,
aquella que desecharon los constructores, es Cristo y sólo en El no hay fisura, ni
tacha ni grieta. En todos los demás, estén más o menos arriba o abajo, sean más o
menos importantes o corrientes, es posible la grieta, como fue posible en Pedro,
que vivió tan cerca de Cristo y en Pablo que era un estupendo cumplidor de la Ley,
un religioso de cuerpo entero. Es ésta una realidad confortante y que además ha
tenido en la Iglesia una demostración constante a través de los siglos.
Pedro y Pablo, dos ejemplos para nosotros. Dos ejemplos, en el fondo, de una
misma y única fe en Jesucristo, de un mismo y único amor por Cristo. Ser fiel a la
fe es vivirla como fundamento incondicional, como comunión entre todos los
cristianos. Y ser fiel a la fe es también vivirla con libertad, como levadura que
puede fecundar el mundo de cualquier época.
El ejemplo de Pedro y Pablo, vivo en nuestra Iglesia. Su memoria, su
recuerdo, es motivo de fiesta para nosotros. Pero lo que es más aún que su fe siga
viva en nosotros. La fe de Jesús, la fe que proclamamos hoy nosotros.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)