N. Sra. De los dolores
15 de septiembre
La Madre ofrece a su Hijo, acoge los designios del Padre, y busca nuestra salvación.
El Hijo despide a su Madre, y le deja como recuerdo a sus hijos, nosotros. Nosotros
bendecimos al Hijo por su mediación salvadora, y bendecimos a la Madre por su
corredención.
Hoy podemos estar junto a Jesús y dejarnos contemplar por Él. Dejar que Él penetre
hasta lo más íntimo de nosotros. Él descubre nuestras alegrías y tristezas; Él conocerá de
nuestra soledad y de nuestras esperanzas; ante Él nada puede ocultarse, pues penetra
hasta la división entre alma y espíritu. María, entregada por Jesús al discípulo amado; y el
discípulo amado que acoge en su casa a María, se convierten para nosotros en la
encomienda que el Señor quiere hacernos a quienes hemos de convertirnos en sus
discípulos amados, al estilo de Juan: acogiendo a su Iglesia en nuestra casa, en nuestra
familia, para que se convierta en una comunidad de fe, en un signo creíble del amor de
Dios, en una comunidad que camine con una esperanza renovada.
Así, no perdamos nuestra comunión con la Iglesia, caminemos con firmeza y
permanezcamos fieles al Señor. María, acogida en nuestro corazón, impulsará con su
maternal intercesión nuestro testimonio de fe; María nos ha de llevar a cultivar una
relación de comunión fraterna; de forma que seamos para los demás una luz puesta
sobre el candelero, para iluminar a todos, y no luz oculta cobardemente debajo de una
olla opaca, que Ella nos lleve a vivir en oración, que cristalice en una vida de santidad.
Sólo así la fe tendrá sentido: si Cristo, si María, si la Iglesia están en nosotros, si
vivimos como testigos que dan su vida para que todos disfruten de la Vida, de la
salvación que Dios nos ha dado en Cristo Jesús, su Hijo.
Que la Santísima Virgen María, interceda por nosotros, para que no nos
quedemos en una fe sentimental y romántica, sino que caminemos en una fe de
generosidad, de capacidad de acoger a los que sufren, a los pecadores, a los que
han sido marginados, para que, disfrutando del amor que Dios quiere que todos
poseamos, algún día seamos acogidos eternamente en la Casa del Padre Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)