Primera Comunión/ Adviento
Hemos escuchado en san Mateo lo que lo que el ojo humano no puede ver: el
origen divino del Hijo de Dios. En efecto, el Espíritu Santo es el protagonista de este
nacimiento; no es diferente en cada uno de los acontecimientos de la vida de Jesús,
de la Iglesia de Jesús; en lo que acontece en los sacramentos, en los que se nos
comunica no sólo la vida, sino la persona del mismo Jesús; pues, Él dijo: “yo he
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
El personaje humano principal en este pasaje es José; Él piensa en dejar a
María, no porque dude de su fidelidad, sino porque cree en Ella y ve en María la
esposa de un único Esposo: Dios, al que no quiere suplantar. Y precisamente esto
es lo que le hace sentir dudas: ¿es bueno que él siga al lado de María?, ¿es digno
de intervenir en el misterio? ¡Qué diferentes somos de José!, él quiere alejarse del
misterio porque se siente indigno; sin embargo, él obedeció y se quedó con el
misterio: cuidó y protegió a María y al fruto bendito de su vientre, Jesús; nosotros
no tenemos dudas de poder quedarnos con el misterio de Jesús en la eucaristía,
sino más bien quizá vivimos divorciados entre lo que creemos y lo que vivimos,
entre lo que somos y hacemos; todo se reduce a indiferencia e ingratitud, ¡qué
ingratos somos!; pues en el misterio de la eucaristía se le recibe al Hijo de Dios,
al Hijo de María, en persona , como “pan vivo que ha bajado del cielo» ( Jn
6,51), y con Él se nos da la prenda de la vida eterna 1 .
Si hermanos, el hijo que espera María es obra del Espí ritu; como también el
Hijo de María, oculto en las especies sacramentales es obra del Espíritu Santo, que
actúa a través del sacerdote, que ha recibido de Jesús el poder de convertir el pan
en su cuerpo y el vino en su sangre; o mejor, Jesús actúa en el sacerdote por obra
del Espíritu Santo. Cabe decir que aquí en la santa Misa, muy cerca del altar
también está María y José; pero ellos sólo contemplan, no tienen la dicha de comer
y beber su cuerpo y su sangre; nosotros podemos comer y beber su cuerpo y su
sangre; sin embargo, muchas veces no lo hacemos, nos falta fe, no le podemos ver
y nos reducimos a sólo verlo de lejos… reducimos el misterio de nuestra fe a la
medida de nosotros mismos; ni lo apreciamos ni lo queremos… En efecto, el
hombre está siempre tentado a reducir a su propia medida la Eucaristía,
mientras que en realidad somos nosotros los que debemos abrirnos a las
dimensiones del Misterio. “La Eucaristía es un don demasiado grande para
admitir ambigüedades y reducciones” 2 , indiferencias y apatías…
“Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel”. Admirable
disponibilidad la de este joven israelita. Sin discursos ni posturas heroicas ni
preguntas, obedece los planes de Dios, por sorprendentes que sean, conjugándolos
con su profundo amor a María. Acepta esa paternidad tan especial, con la que
colabora en los inicios de nuestra salvación, a la venida del Dios-con-nosotros. Así
es como necesitamos ir a la eucaristía, no sólo a la dominical, sino, aún entre
1 Cfr. Mane Nobiscum Domine, 3, 1
2 Cfr. Mane Nobiscum domine 14, 2
semana; ¿para quién crees que Jesús se hace diariamente presente en el pesebre,
en el altar? Para que, obedientes, aceptemos a Jesús en nuestra vida. Para que tú
lo comas… en efecto, e n Jesús eucaristía, Verbo hecho carne, se revela no
sólo el misterio de Dios, sino también el misterio del hombre mismo. En Él,
el hombre encuentra redención y plenitud 3 .
La alabanza que se hizo a María, «feliz tú porque has creído», se puede
extender también a este joven obrero, el justo José; e igualmente se puede decir
de aquellos y aquellas que tienen hambre y sed del Dios vivo: de su Palabra y de la
eucaristía…; en efecto, El Sacramento eucarístico es un «mysterium fidei», a
través de su ocultamiento total, Cristo se convierte en misterio de luz, gracias
al cual se introduce al creyente en las profundidades de la vida divina.
Jesús Eucaristía, nos quiere salvar, en primer lugar, a cada uno de nosotros,
de nuestras pequeñas o grandes esclavitudes, pero si tu no quieres nadie lo hará
por ti; pero no te olvides, Él te seguirá esperando, ojalá, que no vaya a ser
demasiado tarde. Sí, hermanos, ésta ha sido la tónica de todo el Adviento: Jesús en
la eucaristía nos ha estado llamando, invitándonos a una esperanza activa,
urgiéndonos a que preparemos los caminos de su venida. Él nos acepta a nosotros.
Nosotros tenemos que aceptarle a él y salirle al encuentro, porque Él es la luz del
mundo y el que lo sigue no camina en tinieblas. Sí, la Eucaristía es luz , ante todo,
porque en cada Misa la liturgia de la Palabra de Dios precede a la liturgia
eucarística, en la unidad de las dos «mesas», la de la Palabra y la del Pan 4 . Es
Cristo mismo quien habla cuando en la Iglesia se lee la Escritura; y es Él el
que se nos ofrece a sí mismo… Creemos que bajo las especies eucarísticas
está realmente presente Jesús; por esto, la fe nos pide que, ante la
Eucaristía, seamos conscientes de que estamos ante Cristo mismo; pues,
La Eucaristía es misterio de presencia, a través del que se realiza de modo
supremo la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta el final del
mundo.
Todos vosotros, fieles , descubrid nuevamente el don de la Eucaristía como luz
y fuerza para vuestra vida cotidiana en el mundo, en el ejercicio de la respectiva
profesión y en las más diversas situaciones. Descubridlo sobre todo para vivir
plenamente la belleza y la misión de la familia 5 .
Padre Félix Castro Morales
3 Cfr. Ibidem 6, 2
4 Mane Nobiscum Domine, 12, 1
5 Ibidem 30, 6
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)