PENTECOSTÉS
Hech 2,1-11; Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34;
1Cor 12,3b-7. 12-13; Jn 20,19-23
“Se llenaron todos del Espíritu Santo” (Act 2, 4)
Este es el día en que el poder del misterio pascual se manifiesta en el
nacimiento de la Iglesia.
Este es el día, en que ante Jerusalén -en presencia de los habitantes de la
ciudad y de los peregrinos- se cumplen las palabras que dirigió Jesús a los
Apóstoles después de la resurrección: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 22).
“Les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Act 2,
11), exclaman totalmente desconcertados los que participaban en el Pentecostés de
Jerusalén.
Y en el salmo hemos cantado: “¡Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está
llena de tus criaturas!... Envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra”
(Sal 103/104, 24. 30).
«Las maravillas de Dios», que anuncian los Apóstoles el día de Pentecostés
por medio de Pedro, tienen un solo nombre: «Jesucristo». Y hay una sola
expresión del poder de Dios, que se ha manifestado entre nosotros: «Jesús es el
Señor» (1 Cor 12, 3).
Esta gran obra de Dios, la mayor de todas en la historia de la creación y en la
historia del hombre, está unida al nombre de Jesús de Nazaret, al Hijo de Dios que
“se despojó de su rango tomando la condición de esclavo, que se sometió incluso a
la muerte, y una muerte de cruz, al que Dios levantó y al que Dios le concedió el
"Nombre-sobre-todo-nombre”. “ Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”
(cf. Flp 2, 7-9. 1 l).
Señor -Kyrios- significa Dios (Adonai). Esta verdad es “grande, la mayor obra
de Dios” es la que anuncia Pedro el día de Pentecostés. Él habla por virtud del
Espíritu Santo. “Nadie puede decir: Jesús es el Seor”, si no es bajo la accin “el
Espíritu Santo” (1 Cor 12, 3).
Desde el día de Pentecostés de Jerusalén la Iglesia pronuncia esta verdad
salvífica: “Jesús es el Señor”. La anuncian los Apóstoles, la acogen los que los
escuchan, procedentes de diversos pueblos y naciones de la tierra. Y confiesan:
“¡Jesucristo -el crucificado y resucitado- es el Señor!”.
María fue la primera de todos los que, en virtud del Espíritu Santo, pudieron
pronunciar el nombre Jesús (“Jesús es el Señor”). Y esto fue el día de la
Anunciación, cuando el Espíritu bajó sobre Ella en el secreto de la casa de Nazaret.
Sí, la Iglesia mira a la Virgen como su “figura”, lo hace porque en Ella obró el
Espíritu Santo por primera vez esas «maravillas de Dios» que, desde el día de
Pentecostés, se han convertido, por medio de la fe, en parte de la Iglesia: de su
conciencia y de su misión.
La Iglesia, a lo largo de su camino a través de la historia de la humanidad,
pronuncia hoy y cada día estas palabras: «Ven. / Ven. Espíritu Santo Ven, Padre de
los pobres... / Ven, luz de los corazones dador de la gracia que salva ... / Ven, luz...
/ penetra profundamente el corazón del hombre... / Doblega lo que está duro, / da
calor a lo que está frío... / guía al que tuerce el Sendero... / Lava ... / anima, cura
las heridas del corazón
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)