EN CAMINO
Domingo 31 del tiempo ordinario, ciclo “A”.
LECTURAS:
- Primera lectura: Mal 1,14b-2,2b.8-10: En toda nación debe ser respetado mi
nombre.
- Salmo Responsorial: 131 (130): Espera en el Señor. Ahora y por siempre.
- Segunda lectura: 1Tes 2,7b-9.13: Los tratamos como una madre a sus hijos.
- Evangelio: Mt 23,1-12: su único jefe es el Mesías.
CRITICA
Con el profeta Malaquías volvemos al tema del postexilio, es decir a la época en
la que parte del pueblo desterrado en Babilonia volvió a su tierra, después de 49
años. Como sabemos, Nabucodonosor, rey de Babilonia, después de destruir el país,
se llevó a los más capacitados para trabajar y producir. El objetivo era dejar un país
en ruinas, sin líderes, sin mano de obra productiva y con muy pocas posibilidades de
recuperación, lo cual lo hacía más sumiso.
No obstante, quienes se quedaron sacaron fuerzas y empezaron la
reconstrucción con sus propios medios. Con el surgimiento de Persia como imperio
el panorama cambió. Ciro, el nuevo monarca, tuvo otra forma de gobernar, se
mostró benevolente con los judíos y los dejó marchar; aunque muchos prefirieron
quedarse pues habían hecho vida en Babilonia. Los judíos repatriados, creídos la flor
y nata de la población, llegaron a imponer su parecer en la organización del estado.
Pusieron reglas severas y excluyentes y obligaron a toda la población a unirse a la
ardua tarea de construir el templo, cosa que favorecía más a la clase sacerdotal que a
la gente. Como llegaron con dinero y con vanagloria de ser aliados del rey de Persia,
empezaron a comprar o a expropiar las mejores tierras.
Aunque, según lo manifiesta el Salmo 122, a los repatriados les movía un
sentimiento de nacionalismo e identidad con su pueblo ( “que alegría cuando me dijeron
vamos a la casa del Señor, ya pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén…”) , al llegar se
dejaron seducir más por el deseo de acaparar que por restaurar el pueblo con el
proyecto de Yahvé. Esto representó un golpe muy duro para quienes se habían
quedado y reconstruían el país desde abajo. El regreso de sus compatriotas exiliados
en vez de ser una buena noticia se convirtió en una gran pesadilla para los habitantes
de Galilea, Judá y Samaría. Tan fuerte que a partir de ese momento surgió el
conflicto entre samaritanos y judíos, que para el tiempo de Jesús era tan crítico.
Gran parte de la responsabilidad fue de Esdras y Nehemías y sus políticas
xenófobas.
Lo más grave para la sensibilidad religiosa era que los sacerdotes y levitas
utilizaban su rol religioso y su conocimiento de la ley para favorecer los intereses
propios y los de sus amigos. Ellos debían impulsar al pueblo hacia una verdadera
restauración, incluyente, participativa, justa y equitativa. Pero hacían totalmente lo
contrario.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
Por eso la denuncia de Malquías fue dirigida a los sacerdotes: “Para ustedes, pues,
los sacerdotes, es la siguiente advertencia… Ustedes se han desviado del camino recto, y con
instrucciones han sido causa de tropiezo para muchos; han frustrado mi alianza con Leví dice el
Señor Omnipotente...” Como dijo Roberto Ferro: “Los caminos de la religión muchas veces
conducen al infierno”. Ante situaciones como estas los profetas de ayer y de hoy tienen
que manifestarse siempre a favor de la justicia y denunciando cualquier agresión a la
vida. Así lo hicieron Malaquías y Jesús. Así debe hacerlo todo bautizado.
La crítica de Jesús fue dirigida de manera especial a los escribas y fariseos que
utilizaban la religión para fundamentar y alimentar su vanidad. Para aprovecharse de
los ignorantes que no conocían la Ley y sentirse miembros de una casta especial de
cumplidores, sabios, doctos y puros ante Dios. Cuando no hay una verdadera
madurez humana y una conciencia de lo que soy, entonces necesito refugiarme en
títulos, en reconocimientos o cualquier tipo de vanidades, para fundamentar mi
pobre existencia.
La crítica de Jesús tiene que ayudarnos hoy a revisar nuestra vida personal,
nuestra madurez humana y cristiana, nuestro rol dentro de la sociedad. Debe
ayudarnos a revisar de manera especial nuestras estructuras religiosas y la forma
como se ejerce la autoridad dentro de las Iglesias y comunidades en general.
Hoy nos corresponde ver a quienes se sientan en la “cátedra de Moisés”. A
quienes se considera legítimos continuadores de la enseñanza de Jesús. Es
importante valorar a quienes enseñan, guían al pueblo y lideran procesos de
formación integral iluminados por de la Palabra de Dios.
Pero cuando una persona o grupo legítimamente constituido se sienta en la
“cátedra de Moisés” o en la “cátedra de Jesús” y se interesa más por defender su
pedacito de poder, que por el bien común, entonces su autoridad es deslegitimada.
Así mantenga las credenciales, las autorizaciones legales y las recomendaciones de
los más altos dignatarios. Delante de Dios está deslegitimado por su mezquino
proceder.
Mirémonos: tenemos derecho a manifestar lo que pensamos, pero no a imponer
nuestra ideología y menos a perseguir a quienes piensan distinto a nosotros. La
autoridad es para hacer crecer, para comunicar vida, no para maltratar ni destruir.
Podemos invitar a que nos escuchen, mas no obligar a que nos crean y menos a
lanzar el anatema (maldición) hacia quienes disienten o contradicen nuestra manera
de pensar.
Jesús no se manifestó en contra de toda autoridad de manera automática. No
vemos en él a un anarquista fanático; por el contrario, reconoció la importancia del
liderazgo como un servicio e invitó a sus discípulos a convertirse en servidores. Los
líderes son necesarios para el buen funcionamiento de una empresa, una sociedad o
un país, y por supuesto de una Iglesia. Lo que cuestionó Jesús fue la falta de
testimonio de las autoridades y cómo éstas se ocuparon más en mantener
estructuras mentales, ideológicas, sociales y religiosas desgastadas, que en fomentar
relaciones de fraternidad y justicia. Criticó la forma como ponían cargas pesadas
sobre los demás y ellos ni siquiera las tocaban.
Es legítimo y además necesario defender la ortodoxia, es decir una recta
doctrina; una recta enseñanza que oriente el proceder humano. Pero la ortodoxia
nunca puede estar por encima del bien humano, de la ortopraxia, es decir de la recta
manera de vivir. Pensemos por ejemplo en los divorciados vueltos a casar, a quienes
les negamos la comunión. Desde la “cátedra de Moises” ¿tenemos derecho a negar
la comunión?
A pesar de la falta de testimonio de muchos líderes, de predicadores y en general
de los bautizados, la Palabra de Dios tiene validez, pues ésta supera los flacos
servicios de las autoridades. Es cierto que se enseña más con el testimonio que con
mil argumentos, palabras hermosas y bien fundamentadas; pero un cristiano y una
comunidad madura, ante la hipocresía o la falta de testimonio de su líder, en medio
del dolor y del desánimo debe continuar el camino de Jesús.
Y no nos sintamos excluidos de la crítica. Esta crítica no es para los demás sino
para mí, para todos. Desde el Papa con sus instituciones, obispos, teólogos,
párrocos, pastores, padres de familia, líderes de pequeños grupos o comunidades,
gerentes o coordinadores, todos. La coordinación, el liderazgo, la autoridad, tiene
sentido cuando es servicio, participación humilde de la única autoridad absoluta, del
único Señor. Si buscamos ejercer la autoridad para inflarnos, para humillar y para
que nos alaben, nos den los primeros puestos, nos llamen maestros y nos hagan
reverencias, estamos en el lugar equivocado. El absolutismo y la búsqueda de
privilegios por encima de los del pueblo, son incompatibles con el Proyecto de
Jesús. Si no estamos dispuestos a servir como Jesús, que lavó los pies de sus
discípulos, no tendremos nada que ver con él (Jn 13,8). El que ejerce la autoridad
debe ser, como lo recuerda la segunda lectura, una madre llena de ternura con sus
hijos (1 Tes. 2,7). Debe comunicar vida en abundancia y con los mejores métodos,
aun cuando deba corregir con firmeza y tomar decisiones impopulares, siempre para
el bien, la justicia, la equidad, la plenitud de vida.
Oración
Dios, Padre y Madre lleno de ternura; Misterio Infinito de verdad, de amor y de
todo lo que da vida. Te damos gracias porque nos abres los ojos y nos ayudas a ver
los peligros en el camino y la tentación de desviarnos de tu proyecto salvador.
Líbranos de convertir el hermoso camino de Jesús en un instrumento para atentar
contra la vida de las personas. Que seamos capaces de alejarnos de toda mezquindad
y de denunciar, de palabra y de obra, a quienes utilizan la autoridad para servirse así
mismos y dañar a los demás.
Nos abrimos a la gracia de tu Espíritu para tener la sabiduría, la fortaleza y la
humildad para trabajar por la justicia del Reino. Que seamos auténticos servidores
en nuestras casas, en nuestras empresas, en nuestras comunidades, en nuestras
iglesias. Que podamos experimentar, disfrutar y comunicar la vida abundante que tú
nos das a manos llenas. Amén.