XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
BUCÓLICA Y EXIGENTE PARÁBOLA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Las historietas e imágenes de dos de las lecturas del presente domingo, os
resultarán desconocidas para muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores. El
vino y su elaboración es cosa común en los países del norte y este del
Mediterráneo. En otros sitios, el cultivo de la vid es desconocido y su derivado
alcohólico un lujo que no todos se pueden permitir. Uno de mis primeros recuerdos
infantiles, es el de un día que fui a la vendimia en el pueblo donde había nacido. He
leído con inmensa satisfacción, que el vino blanco que se sirvió en la comida a la
que fueron invitados por el Papa doce jóvenes, durante la reciente JMJ de Madrid,
era de la comarca en la que, por lo menos desde el siglo XVII, han vivido Ynarajas,
antecesores míos. En el texto se habla de viña, en mi tierra se llamaba también
majuelo. Recuerdo el cortar y recoger los racimos, depositarlos en cuévanos,
llevarlos al lagar, pisarlos y que se iniciara allí la primera fermentación del mosto.
Por Tierra Santa no era exactamente así. Todavía he visto, en el centro de algún
cultivo, una pequeña construcción, seguramente para llevar los racimos y de
inmediato pisarlos. También, alrededor de la finca, la cerca de la que habla el
evangelio, para evitar hurtos.
Hay que leer el poema de Isaías con el cariño que el labriego siente por sus tierras,
que es muy diferente al del agricultor de hoy, propietario de extensas superficies,
pertrechado de tractores y remolques, dotado de moderna factoría, donde en
cilindros de acero inoxidable, controlada electrónicamente la temperatura, maduran
los caldos. Me he encontrado en alguna ocasión con uvas desagradablemente agrias
y he tenido la suerte de bajar a lóbregas bodegas, donde me han invitado a probar
vinos añejos. Cuento esto para que se entienda que para mí, los textos de hoy, son
perfectamente inteligibles y el recordar las imágenes con que el profeta y el mismo
Señor se expresa, siento nostalgia. Isaías escoge el artilugio de fingir al principio
que cuenta la desgracia de un amigo, para reconocer de inmediato que es él mismo
el afligido por el fracaso de su plantación. Se trata de un bello poema.
---Dios ama a su pueblo, a nosotros, a cada uno de nosotros, con el aprecio que
siente el viñador por cada racimo. ¿Cómo es posible, lógico es preguntárselo, si
somos tantos? Entenderemos que lo es, si tenemos en la mente una noción de la
grandeza del Dios en que creemos y si nos hemos dejado amar por Él
individualmente.
--Dios nos aprecia, espera de nosotros una respuesta generosa. Si alguien le
traiciona, recae sobre él la justicia y su predilección se desplaza a otras
comunidades que le son más fieles.
Los textos de hoy exigen un examen de conciencia individual y personal, pero
también una reflexión colectiva. Sería de desear, mis queridos jóvenes lectores,
que este análisis lo hicierais en grupo, sintiéndoos solidarios con el entorno en que
vivimos. Reconociendo que cada infidelidad nuestra, infecta un poco a la comunidad
a la que pertenecemos y que los males no se suman, sino que se multiplican, para
ser conscientes de nuestra responsabilidad. Consecuencia de ello, además del
consiguiente arrepentimiento personal, debería hacerse una petición de perdón
comunitaria y un propósito de obrar el bien, en la masa amorfa y a veces perversa,
que casi siempre nos rodea. Es de pura lógica, que debéis sentiros protagonistas de
un necesario cambio social, que, como estos días recuerda el Papa, más que crisis
económicas, con soluciones de tal índole, deberíamos implicarnos en cambios más
profundos. Que hay pobres es evidente, que hay que ayudarlos, también, pero no
olvidar que los ricachones no desaparecen y que es una exigencia cristiana, aceptar
y vivir de acuerdo con unos rectos principios éticos. No podemos ignorar, que
hemos de ser conscientes de que la Fe cambia a la persona. La manifestación
pública y manifiesta de un “indignado”, sin duda será útil para la comunidad en la
que reside, pero la evangelización sincera, autentica y exigente, cual levadura en la
masa del panadero, trasformará la sociedad. La historia conserva múltiples
ejemplos. No hay que mirar la vida anterior con angustia deprimente, pero no es
legítimo ignorar, que la oración, el buen testimonio, el honrado trabajo y la valiente
proclamación del mensaje de Jesús revitalizará y mejorará, la decadente cultura en
la que estamos sumergidos hoy, los del primer mundo .
Padre Pedrojosé Ynaraja