Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
III Semana de Adviento
Día 19
Salmo 70
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte . Este tiempo de adviento es un
tiempo de oración, de alabanza y de volver el corazón a Dios. Por eso la liturgia nos
ha propuesta esta antífona: “Que en ti, Seor, mi boca te alabe siempre. Que
nuestras bocas no dejen de pronunciar tu alabanza, que nuestros labios no dejen
de profesarte; que tu alabanza pueda vibrar en nosotros”. Que mi boca, Señor, no
deje de alabarte.
San Efrén afirma el compromiso de los hombres, que tenemos de alabar
incesantemente al Señor, y explica que su motivo es el amor y la compasión divina
hacia nosotros, precisamente como sugiere nuestra respuesta al salmo: “Que en ti,
Señor, mi boca rompa el silencio con la alabanza. Que nuestras bocas expresen la
alabanza; que nuestros labios la confiesen; que tu alabanza vibre en nosotros”.
Dado que en nuestro Señor está injertada la raíz de nuestra fe, aunque se
encuentre lejos, se halla cerca por la unión del amor. Que las raíces de nuestro
amor estén unidas a él; que la plena medida de su compasión se derrame sobre
nosotros”.
“¿Cmo puede mi alma, Seor, dejar de alabarte? ¿Cmo podría ensear a
mi lengua la infidelidad? Tu amor me ha dado confianza en mi apuro, pero mi
voluntad sigue siendo ingrata. Que mi boca, Señor, no deje de alabarte .
“Es justo que el hombre reconozca tu divinidad; es justo que los seres
celestiales alaben tu humanidad; los seres celestiales quedaron asombrados de ver
hasta qué punto te anonadaste; y los de la tierra de ver cuánto has sido exaltado”.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte .
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)