Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
Día 24, Misa de medianoche
Acabamos de escuchar en el Evangelio lo que en la Noche santa los Ángeles dijeron a
los pastores y que ahora la Iglesia nos proclama: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido
un salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tienen una señal: encontrarán un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 11...). Nada prodigioso, nada extraordinario, nada
espectacular se les da como señal a los pastores. Verán solamente un niño envuelto en
pañales que, como todos los niños, necesita los cuidados maternos; un niño que ha nacido en
un establo y que no está acostado en una cuna, sino en un pesebre.
La señal de Dios es el niño, su necesidad de ayuda y su pobreza. Sólo con el corazón
los pastores podrán ver que en este niño se ha realizado la promesa del profeta Isaías que
hemos escuchado en la primera lectura: “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado.
Lleva al hombro el principado” (Is 9,5). Tampoco a nosotros se nos ha dado una señal
diferente. El ángel de Dios, a través del mensaje del Evangelio, nos invita también a
encaminarnos con el corazón para ver al niño acostado en el pesebre.
La señal de Dios es la sencillez. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él
se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar. Él no viene con poderío y
grandiosidad externos. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere
abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. Pide nuestro amor: por eso
se hace niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor, a través del cual aprendemos
espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad:
aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad de la renuncia que es
parte esencial del amor. Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos
comprenderlo, acogerlo, amarlo.
¿Cómo podemos amar a Dios con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y
nuestra alma…? El Verbo se hizo hombre. Un hijo se nos ha dado. Dios ya no está lejos. No es
desconocido. No es inaccesible a nuestro corazón. Se ha hecho niño por nosotros. Se ha
hecho nuestro prójimo. Dios se ha hecho don por nosotros. Se ha dado a sí mismo.
El Eterno que está por encima del tiempo, ha asumido el tiempo, ha tomado consigo
nuestro tiempo. Navidad se ha convertido en la fiesta de los regalos para imitar a Dios que se
ha dado a sí mismo. En Jesús, Dios se nos ha dado totalmente a sí mismo, es decir, nos lo ha
dado todo. En el Hijo se nos ha dicho todo, se nos ha dado todo. Pero nuestra capacidad de
comprender es limitada; por eso, la misión del Espíritu consiste en introducirnos de modo
siempre nuevo, de generación en generación, en la grandeza del misterio de Cristo.
El hijo, que se nos ha dado también se hizo pequeño en la humilde apariencia de la
hostia, de un pedacito de pan, Él se da a sí mismo. Él es el Niño que se nos ha dado; el niño
en el cual Dios se ha hecho pequeño por nosotros. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de
mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores para recibir así la alegría con la
que ellos tornaron a casa (cf. Lc 2,20). Roguémoslo que nos dé la humildad y la fe con la que
San José miró al niño que María había concebido del Espíritu Santo. Pidamos que nos conceda
mirarlo con el amor con el cual María lo contempló. Y pidamos que la luz que vieron los
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pastores también nos ilumine y se cumpla en todo el mundo lo que los ángeles cantaron en
aquella noche: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
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Señor Jesús,
junto con los pastores,
nos acercamos al Portal
para contemplarte
envuelto en pañales
y acostado en el pesebre.
¡Oh Niño de Belén,
te adoramos en silencio con María,
tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza
por los siglos,
divino Salvador del mundo! Amén.
Que en esta Navidad y año Nuevo, Aquel que fecundo a María, los llene de
sus dones, para que su vida sea, en todo tiempo, imitación de la acción de Dios,
para que la Navidad sea en ustedes la fiesta de la bondad. Con mi afecto y oración.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)