Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
Solemnidad. Epifanía del Señor. (6 de enero )
Salmo 71, 2-4.7-8
Que te adoren, Señor, todos los pueblos . Navidad, un tiempo para adorar el misterio
de la Encarnación. Belén fue un lugar oculto en el mundo, lejos de las miradas de los
hombres, envuelto en la soledad y en el silencio del gran Misterio. Fue y sigue siendo un lugar
de adoración, un lugar para postrarse ante ese niño que es Dios y que viene a darnos a
conocer su amor infinito. Ante tal Misterio sólo cabe callar y dejarse amar por el Amor más
allá de todo.
Si en el Niño que María estrecha entre sus brazos los Reyes Magos reconocen y adoran
al esperado de las gentes, anunciado por los profetas, nosotros podemos adorarlo hoy en la
Eucaristía y reconocerlo como nuestro Creador, único Señor y Salvador.
¡Seamos adoradores del único y verdadero Dios, reconociéndole el primer puesto en
nuestra existencia! La idolatría es una tentación constante del hombre. Desgraciadamente,
hay gente que busca la solución de los problemas en prácticas religiosas incompatibles con la
fe cristiana.
Jesucristo, nuestro Rey y Señor, ha salido a nuestro encuentro para remediar nuestros
males. Él no sólo nos anunció la Buena Nueva del amor que nos tiene el Padre, sino que pasó
haciendo el bien a todos.
Adoremos Cristo: Él es la Roca sobre la que construir nuestro futuro y un mundo más
justo y solidario. Jesús es el Príncipe de la paz, la fuente del perdón y de la reconciliación,
que puede hacer hermanos a todos los miembros de la familia humana.
Escuchar a Cristo y adorarlo lleva a hacer elecciones valerosas, a tomar decisiones a
veces heroicas. Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica felicidad. Cuando se
encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a
los demás la propia experiencia.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)