Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
I Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 94
Señor, que no seamos sordos a tu voz . La respuesta que hemos dado al salmo nos ha
invitado a escuchar a Dios, a tenerle como amigo, y a saber escuchar con paciencia y
constancia, y sin prisas. ¡Qué importante es aprender a escuchar la voz de Dios, que habla en
las profundidades de cada corazón, aprender a distinguir su voz en medio de las multitudes
de las voces, que no son Dios o que se oponen a Dios.
En nuestro Bautismo, por medio de nuestros padres y padrinos se nos dijo: que el
Señor abra tus oídos para que escuches su Palabra, y tu boca para que la anuncies, igual
como Jesús dijo al sordo mudo: Effetá, Ábrete , para hacernos capaces de escuchar a Dios y
para devolvernos la posibilidad de hablarle a Él. Pero este acontecimiento, el sacramento del
Bautismo, no tiene nada de mágico. El Bautismo abre un camino. Nos introduce en la
comunidad de los que son capaces de escuchar y de hablar; nos introduce en la comunión
con Jesús mismo, el único que ha visto a Dios y que, por consiguiente, ha podido hablar de él
(Cfr. Jn 1, 18): mediante la fe, Jesús quiere compartir con nosotros su ver a Dios, su
escuchar al Padre y hablar con Él.
Cuando quieres ponerte en relación con Dios toma este camino: escucha la voz de
Cristo, a quien el Padre ha establecido como maestro del mundo entero. El anuncio de Cristo,
del reino de Dios, supone la escucha de su voz en la voz de la Iglesia.
María, la Madre del Señor, durante toda su vida terrena, fue la mujer de la escucha, la
Virgen con el corazón abierto hacia Dios y hacia los hombres. Que ella nos enseñe escuchar la
Palabra de Cristo, a encontrarnos con Él, que es la Palabra, con su propia vida, y acogerla,
como prenda de vida eterna.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)