Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
III Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 36
La Salvación del justo es el Señor . “Un hombre justo es un hombre feliz”. El hombre
feliz pone su esperanza en el Señor y no fija su mirada sobre la vanidad y sobre las
engañosas locuras, evitando así las inmundicias. Hablándose a sí mismo, se consuela con
estas palabras: Mi heredad es el Señor, ha dicho mi alma; por esto lo esperaré. El Señor es
bueno con aquellos que esperan en Él. Está bien esperar en el silencio la salvación de Dios.
El hombre justo es el esclavo generoso del deber, el justo es el hombre que ama el
bien y odia el mal y en ese amor se bonifica y perfecciona, porque el hombre es aquello
mismo que ama, tierra o cielo, y hasta Dios, si Dios está en medio de su corazón, por eso
hemos cantado: La Salvación del justo es el Señor.
El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, si no el que pudiendo
ser injusto no quiere serlo. La salvación nos viene, no de nuestras fuerzas o méritos, sino del
don de Cristo muerto y resucitado por nosotros. Todo viene de que Dios nos reconcilió
consigo mediante Cristo. Pero el hombre debe cooperar también activamente en el proceso
de su salvación. Se trata de una fe que es activa en el amor y entonces el cristiano no puede
ni debe quedarse sin obras .
La Iglesia cree que Cristo da a todo hombre, por su Espíritu, la capacidad de alcanzar
la plenitud de su vida, y que no hay bajo el cielo otro nombre del cual podamos esperar la
salvación definitiva (cf. Hch 4, 12). Cree que Cristo, muerto y resucitado, es la clave, el
centro y el fin de toda la historia humana; cree también que en Él, „que es el mismo ayer,
hoy y siempre‟ (Heb 13, 8), tienen su último fundamento todas las cosas (cf. Heb 13, 8). En
consecuencia, la Iglesia y los cristianos nos sentimos obligados a anunciar a todos el misterio
salvador de Jesucristo para iluminar su vida y colaborar al bien de la sociedad y a la solución
de los más hondos problemas de nuestro tiempo. La Salvación del justo es el Señor.
Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el
amor y el bien. Es lo que han hecho los santos que, como colaboradores de Dios, han
contribuido a la salvación del mundo (cf. 1Co 3, 9; 1Ts 3, 2). Como cristianos, nunca
deberíamos preguntarnos solamente: ¿cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos
preguntarnos también: ¿qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también
para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habremos hecho el máximo también por
nuestra salvación personal. La Salvación del justo es el Señor.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)