Carta del Obispo de Posadas para el domingo 27° durante el año, 02 de octubre de 2011.
LA FE SE FORTALECE DANDOLA .
El texto del Evangelio de este domingo (Mt. 21, 33-46) presenta en forma de parábola la historia
del Pueblo de Israel. La viña del Señor representa a su pueblo. Sus dirigentes no solo no dan los
frutos que les correspondía al dueño de la viña, sino que matan a sus servidores y al mismo
heredero. Este texto podemos leerlo aplicándolo a la vida de todo cristiano, sea laico,
consagrado o sacerdote. El Reino de Dios es también una realidad que nos es dada a cada uno
de nosotros. En efecto, la gracia de Dios que se nos otorga gratuitamente, la vocación cristiana,
la fe, la revelación de la Palabra de Dios, la comunidad y los sacramentos, son algunos de los
bienes que Dios nos ha confiado para que produzcamos frutos.
El próximo domingo 09 de octubre celebraremos en la Argentina la “Jornada de las Misiones” y
como cada año el Papa Benedicto XVI nos envía un mensaje para nuestra reflexión. Durante
estos domingos de octubre iremos tomando parte de este mensaje para rezar con dicho texto y
desde su lectura discernir caminos que nos ayuden a mejorar la dimensión misionera de la
Iglesia, que es su fundamental razón de ser.
El texto de este año, toma la cita bíblica: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo” (Jn 20,21). En su introduccin, nos dice: “Con ocasión del Jubileo del año 2000, el venerable
Juan Pablo II, al comienzo de un nuevo milenio de la era cristiana, reafirmo con fuerza la
necesidad de renovar el compromiso de llevar a todos el anuncio del Evangelio con el mismo
entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos” (N.M.I 58). Es el servicio más valioso que
la Iglesia puede prestar a la humanidad y a toda persona que busca las razones profundas para
vivir en plenitud su existencia. Por ello, esta misma invitación resuena cada año en la celebración
de la Jornada Mundial de las Misiones. En efecto, el incesante anuncio del Evangelio unifica
también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico; renueva sus métodos pastorales para que
sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones-también las que requieren una nueva
evangelización- y animados por el impulso misionero: “La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe
y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. “¡La fe se fortalece
dándola!. La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el
compromiso por la misin universal” (Red, Mi 2).
El Papa señala un aspecto que es clave para animarnos en la dimensión misionera de nuestras
comunidades, y a cada uno como testigo en el mundo, que es la importancia de ser discípulos y
misioneros como el Santo Padre nos dijo en la primera sesión de Aparecida: “la misión y el
discipulado son dos caras de una misma moneda”.
Quiero subrayar también la importancia que el Papa da a la dimensión litúrgica, especialmente a
la Eucaristía, ya que como he señalado muchas veces, es la fuente más importante de la
espiritualidad cristiana. Absolutamente distinto a un rito celebrado al margen de la vida; un rito
litúrgico que no nos implica en la cotidianidad no es una celebración cristiana. El Papa señala:
“Este objetivo se reaviva continuamente por la celebracin de la liturgia, especialmente de la
Eucaristía, que se concluye siempre recordando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles:
“Id…” (Mt 28, 19). La liturgia es siempre una llamada “desde el mundo” y un nuevo envío “al
mundo” para dar testimonio de lo que se ha experimentado: el poder salvífico de la Palabra de
Dios, el poder salvífico del Misterio pascual de Cristo. Todos aquellos que se han encontrado con
el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos
discípulos de Emaus. Después de reconocer al Seor al partir el pan, “y levantándose en aquel
momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y refirieron lo que
había sucedido durante el camino (Lc. 24, 33-35). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar
“vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para
llevarles el gran anuncio: “¡Hemos visto al Seor” (N.M.I.59).
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan Rubén Martínez.