Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
V Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 127
Dichoso el que teme al Señor . Temer al Señor, es cumplir su voluntad” (Salmo
103,18), cumplir sus mandamientos. Temer a Dios no se trata en absoluto de miedo, sino de
una vida de confianza en Dios. “Los que temen al Señor tengan confianza en él” (Eclesiástico
2,8). En definitiva, en la Biblia temer es adorar, amar a Dios, temer a Dios es fidelidad; por
ello, es dichoso el que teme al Señor.
Por tanto, “Los que temen al Señor, alábenlo, glorifíquenlo, estirpe de Jacob, témanlo,
estirpe de Israel” (Salmo 22,24). El miedo es aquí alabanza asombrosa, silencio y amor. Por
eso, es dichoso el que teme al Señor.
El don de temor de Dios es la disposición común que el Espíritu Santo pone en el alma
para que se porte con respeto delante de la majestad de Dios y para que, sometiéndose a su
voluntad, se aleje de todo lo que pueda desagradarle.
El primer paso en el camino de Dios, es la huida del mal, que es lo que consigue este
don y lo que le hace ser la base y el fundamento de todos los demás. Por el temor se llega al
sublime don de la sabiduría. Se empieza a gustar de Dios cuando se le empieza a temer, y la
sabiduría perfecciona recíprocamente este temor. El gusto de Dios hace que nuestro temor
sea amoroso, puro y libre de todo interés personal.
Este don consigue inspirar al alma los siguientes efectos:
Primero, una continua moderación, un santo temor y un profundo
anonadamiento delante de Dios;
Segundo un gran horror de todo lo que pueda ofender a Dios y una firme
resolución de evitarlo aun en las cosas más pequeñas ;
Tercero, cuándo se cae en una falta, una humilde confusión;
Cuarto una cuidadosa vigilancia sobre las inclinaciones desordenadas, con
frecuentes vueltas sobre nosotros mismos para conocer el estado de nuestro
interior y ver lo que allí sucede contra la fidelidad del perfecto servicio de Dios.
Es una gran ofuscación pensar - como algunos que después de hacer una
confesión general, no sea necesario tener tanto escrúpulo de evitar luego los
pecados pequeños, las imperfecciones insignificantes, los menores desórdenes
del corazón y sus primeros movimientos.
La fuente de la Sabiduría es el Temor de Dios. ... El temor de Dios nos acerca a Él y es
un puntal imprescindible para conocerle. Dichoso el que teme al Señor.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)