Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
VI Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 49
Te ofreceremos, Señor, sacrificios de alabanza . La Eucaristía es el perfecto “sacrificio
de alabanza”, la glorificación más elevada que sube de la tierra al cielo, “la fuente y cima de
toda la vida cristiana, en la que los hijos de Dios ofrecen al Padre la víctima divina y a sí
mismos con ella” (cf. LG 11).
En el Nuevo Testamento la carta a los Hebreos nos enseña que la liturgia cristiana es
ofrecida por un “sumo sacerdote santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores y
encumbrado por encima de los cielos”, que ha realizado de una vez para siempre un único
sacrificio “ofreciéndose a sí mismo” (cf. Hb 7, 26-27). “Por medio de él -dice la carta-,
ofrecemos a Dios sin cesar un sacrificio de alabanza” (Hb 13, 15). Así queremos evocar
brevemente los temas del sacrificio y de la alabanza, que confluyen en la Eucaristía,
sacrificium laudis , sacrificio de alabanza.
“La Eucaristía es, por encima de todo, un sacrificio: sacrificio de la Redención y al
mismo tiempo sacrificio de la nueva alianza, como creemos profesamos: “El sacrificio actual
es como aquel que un día ofreció el unigénito Verbo de Dios encarnado, es ofrecido, hoy
como entonces, por él, siendo el mismo y único sacrificio” (carta apostólica Dominicae
Coenae, 9).
La Eucaristía es un sacrificio de alabanza. Esencialmente orientado a la comunión plena
entre Dios y el hombre, “el sacrificio eucarístico es la fuente y la cima de todo el culto de la
Iglesia y de toda la vida cristiana. En este sacrificio de acción de gracias, de propiciación, de
impetración y de alabanza los fieles participan con mayor plenitud cuando no sólo ofrecen al
Padre con todo su corazón, en unión con el sacerdote, la sagrada víctima y, en ella, se
ofrecen a sí mismos, sino que también reciben la misma víctima en el sacramento”
(Eucharisticum Mysterium, 3).
Cada uno de nosotros estamos llamados a ser eucaristía itinerante, prolongando este
sacrificio de alabanza en cada momento de nuestra vida: haciendo cada día la voluntad del
Padre, muriendo a nuestro modo de pensar y actuar. Así, nuestra vida tendrá olor al sacrificio
grato a los ojos de Dios, como lo llama san Pablo: “sacrificio vivo, santo, agradable a Dios
que es nuestro culto racional” (Rom. 12:1). Que hoy sepamos prolongar en nuestra vida la
Eucaristía que estamos celebrando, que podamos decir: Te ofreceremos, Padre, un sacrificio
de alabanza.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)