Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
VI Semana del Tiempo Ordinario
Miércoles
Salmo 115
Daré gracias al señor toda mi vida . La eucaristía es, por excelencia, el mejor modo de
dar gracias a Dios por los innumerables beneficios que Dios prodiga en nuestra vida
continuamente; pero sobre todo desde la contemplación del misterio de la Encarnación del
Hijo de Dios, hemos de sentir el deber de hacer propio el canto de alabanza y acción de
gracias del Apstol: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Seor Jesucristo”. (Ef 1, 3-5.9-10)
En efecto, por el Hijo, Aquél por quien todo fue hecho, hemos recibido el don de la vida
humana y hemos sido invitados a participar de la vida y comunión de Dios, por toda la
eternidad. Por Él soy persona humana. Por el Hijo, Aquél que por nosotros se encarnó, murió
en la Cruz y resucitó, soy cristiano, pues al comunicarnos el Don del Espíritu Santo por el
Bautismo ha hecho de nosotros nuevas criaturas, partícipes de su misma vida divina. Por este
mismo Don he llegado a ser hijo en el Hijo, pudiendo exclamar con confianza “¡Abbá, Padre!”,
y pudiendo rezar en comunin con todos los que son de Cristo: “¡Padre nuestro!”.
Por el Hijo, Aquél por quien “nos han sido concedidas las preciosas y sublimes
promesas”, podemos esperar finalmente la vida eterna. Así pues, al contemplar tantos y tan
enormes dones y beneficios que Dios nos ha otorgado en su querido Hijo, ¿cómo no hemos de
dar gracias al Padre por Jesucristo, en quien todos hemos recibido “gracia sobre gracia”,
alcanzando finalmente la reconciliación con Él para ser hechos partícipes de la naturaleza
divina? No podemos pensar y tomar otra resolución, que la que hemos dado al responder al
salmo: Daré gracias al señor toda mi vida.
La mejor y en realidad única manera en que podemos corresponder adecuadamente a
los beneficios recibidos por la benevolencia de Dios es pronunciado un „sí‟, un „hágase en mí
según tu Plan‟, es decir, respondiendo al Don y cooperando con su gracia para darle a nuestra
vida el sentido hermoso y pleno que Él dentro de sus amorosos designios ha querido que
tuviera. Sí, como decía San Ireneo, la gloria de Dios es la vida del hombre, ¡pero una vida
plena, feliz!
Por tanto, la mejor manera de dar gracias al Padre es esforzándonos por ser
verdaderamente lo que estamos llamados a ser, desplegando la vida nueva que por el Don de
su Espíritu Él nos ha dado en su querido Hijo, participando de Su santidad mediante nuestra
progresiva conformación con el Señor Jesús, el Hijo de Santa María. Entonces toda nuestra
vida se transformará en una ininterrumpida acción de gracias y cántico de alabanza al Padre,
una acción de gracias que se traduce en la incesante esfuerzo por ser fiel a Dios y a los
compromisos adquiridos ante Él, así como en el anuncio gozoso de las maravillas que Él ha
obrado en la historia de la humanidad y en mi historia personal.
2
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)