Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Cada uno roba a su nivel
El evangelio afronta el tema de las apropiaciones indebidas por medio de una sencilla
parábola: “Una vez un propietario plant un viedo, lo rode con una cerca, cavó un lagar y
luego lo alquiló a unos viñadores. Llegado el tiempo de la vendimia envió a recoger la parte
de sus frutos, pero los criados se apoderaron del huerto matando a los criados que iban
legítimamente a reclamar su parte” (Mt 21,33).
La apropiación equivale a adueñarse de algo que no le pertenece y en muchos casos
equivale al robo. En nuestro país estamos sufriendo un altísimo índice de corrupción, donde
cada uno roba a su nivel y ahora somos víctimas del sistema, porque además de los abusos
de poder, las cosas se arreglan sobornando. Echemos un vistazo al ámbito legal, moral e
incluso, a la propiedad intelectual.
En lo legal, hay apropiaciones grotescas como la del inquilino que decide no pagar el
alquiler de la casa y se va a juicio porque sabe que por este camino se asegura al menos
otros tres años de vivienda gratuita. Están los que evaden impuestos al fisco, los burócratas
que se aprovechan del cargo para su propio beneficio, pienso en los inspectores, los
administradores, los auditores y sobre todo, los así llamados gestores.
Hay apropiaciones más sutiles y refinadas que pueden pasar desapercibidas, pero que no
dejan de constituir un plagio. Dentro del marco del destino universal de los bienes, la
propiedad intelectual constituye un derecho y al mismo tiempo un deber social. Hay que
encontrar la forma de establecer un justo equilibrio entre los derechos intelectuales en el
campo científico y tecnológico y el bien común al cual están orientados. Por poner un
ejemplo, en el campo de la salud, fijémonos en los altos costos de las medicinas y los
tratamientos médicos. ¿Cómo es posible que aún se sigan vendiendo vacunas que ya
recuperaron y con creces la inversión de los laboratorios?
En el campo moral seguimos debatiendo en la apropiación injusta del cuerpo que hoy se
proclama a los cuatro vientos. Los abortistas no dejan de cacarear el sofisma de que la
mujer es dueña de su cuerpo y esto le da derecho para truncar la vida que va floreciendo en
su seno. Pero no sólo, nos apropiamos indebidamente de nuestro cuerpo cuando lo
emborrachamos, lo drogamos, lo profanamos, lo lastimamos o lo ponemos en riesgo.
El camino del auténtico progreso sigue condicionado a la ética y a la moral. La corrupción
no se combate con incrementar el número de fiscales, sino con una educación en los valores
humanos y en los principios éticos.
twitter.com/jmotaolaurruchi