Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
III semana de Cuaresma
Lunes
Salmo 41 y 42
Estoy sediento del Dios que da la vida . La vida de oración, sepámoslo o no, es el
encuentro de la sed de Dios y de sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed
de El (cf San Agustín, quaest. 64, 4). La vida de oración es estar habitualmente en presencia
de Dios, tres veces Santo, y en comunión con El. Esta comunión de vida es posible siempre
porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf Rm 6,
5).
San Gregorio nos enseña la importancia y la necesidad de la oración. Afirma que “es
necesario acordarse de Dios con más frecuencia de la que se respira” (Oratio 27, 4: PG 250,
78), porque la oración es el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed.
“La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”
(San Juan Damasceno, f. o. 3, 24). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura
de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde „lo más profundo‟ (Sal 130, 14) de
un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18, 9-14). La humildad
es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rom 8, 26). La
humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el
hombre es un mendigo de Dios (cf San Agustín, serm 56, 6, 9).
“Si conocieras el don de Dios” (Jn 4, 10). La maravilla de la oración se revela
precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al
encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús
tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración,
sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de sed del hombre. Dios tiene sed de que
el hombre tenga sed de El (cf San Agustín, quaest. 64, 4).
“Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua viva” (Jn 4, 10). Nuestra oración
de petición es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A mí me
dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” (Jr 2, 13),
respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación (cf Jn 7, 37-39; Is 12, 3; 51, 1), respuesta
de amor a la sed del Hijo único (cf Jn 19, 28; Za 12, 10; 13, 1).
En otro lugar san Gregorio escribe: “Alma mía, tienes una tarea, una gran tarea, si
quieres. Escruta seriamente tu interior, tu ser, tu destino, de dónde vienes y a dónde vas;
trata de saber si es vida la que vives o si hay algo más. Alma mía, tienes una tarea; por
tanto, purifica tu vida: por favor, ten en cuenta a Dios y sus misterios; investiga qué había
antes de este universo, y qué es el universo para ti, de dónde procede y cuál será su destino.
Esta es tu tarea, alma mía; por tanto, purifica tu vida” (Carmina [histórica] 2, 1, 78: PG 37,
1425-1426). Nuestra tarea es encontrar la verdadera luz, encontrar la verdadera altura de
nuestra vida. Y nuestra vida consiste en encontrarnos con Dios, que tiene sed de nuestra sed.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)