Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
III semana de Cuaresma
Sábado
Salmo 50
Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor . Esta respuesta que hemos dado al
salmo es una expresin del profeta Oseas, que Jesús retoma en el Evangelio: “Quiero amor y
no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6, 6). La verdadera religin
consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la práctica de los
preceptos.
Dios nos pide, que siguiendo la enseñanza y el ejemplo de Jesús, por encima de todo
pongamos misericordia, es decir, quiere que vivamos plenamente la verdad de nuestra vida:
podemos y tenemos que ser misericordiosos, porque nos ha sido manifestada la misericordia
por un Dios que es Amor misericordioso (cf. 1 Jn 4, 7-12). El Dios que nos redime mediante
su entrada en la historia, y que mediante el drama del Viernes Santo prepara la victoria del
día de Pascua, es un Dios de misericordia y de perdón (cf. Sal 103 [102], 3-4. 10-13).
A cuantos le objetaban a Jesús, que comía con los pecadores, él les ha contestado:
“vayan, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9, 13). Los seguidores de Cristo,
bautizados en su muerte y en su resurrección, hemos de ser siempre hombres y mujeres de
misericordia y perdón.
Que la Virgen, Madre de la Misericordia, suscite en nosotros sentimientos de abandono
filial a Dios, que es misericordia infinita; que ella nos ayude a hacer nuestra la oración que
san Agustín formula en un famoso pasaje de sus Confesiones: “¡Seor, ten misericordia de
mí! Mira que no oculto mis llagas. Tú eres el médico; yo soy el enfermo. Tú eres
misericordioso; yo, lleno de miseria. (...) Toda mi esperanza está puesta únicamente en tu
gran misericordia” (X, 28. 39; 29. 40).
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)