Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
IV semana de Cuaresma
Lunes
Salmo 29
Te alabaré, Señor, eternamente . Hoy, la respuesta al salmo 29, que se acaba de
proclamar, constituye una jubilosa invitacin a alabar al Seor, pastor de su pueblo: “¿Qué
podré yo dar a Dios por todos los beneficios que me ha hecho? Te ofreceré sacrificios de
alabanza e invocaré el nombre de Dios” (Sal 115/116, 12. 17). “Te alabaré por el maravilloso
modo con que me hiciste; admirables son tus obras, conoces del todo mi alma” (Sal 138/139,
14). “Quiero ensalzarte, Dios mío, Rey, y bendecir tu nombre por los siglos” (Sal 144/145, 1).
Con esta experiencia del salmista se despierta en nosotros el deseo de alabar al Señor por
todas las maravillas que la gracia divina ha obrado en cada uno de nosotros, y decir a voz en
cuello: Te alabaré, Señor, eternamente.
La Eucaristía es el perfecto “sacrificio de alabanza”, la glorificacin más elevada que
sube de la tierra al cielo, “la fuente y cima de toda la vida cristiana, en la que los hijos de
Dios ofrecen al Padre la víctima divina y a sí mismos con ella” (cf. LG 11).
En el Nuevo Testamento la carta a los Hebreos nos enseña que la liturgia cristiana es
ofrecida por un “sumo sacerdote santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores y
encumbrado por encima de los cielos”, que ha realizado de una vez para siempre un único
sacrificio “ofreciéndose a sí mismo” (cf. Hb 7, 26-27). “Por medio de él -dice la carta-,
ofrecemos a Dios sin cesar un sacrificio de alabanza” (Hb 13, 15).
La Eucaristía es „accin de gracias‟; en ella el Hijo de Dios une a sí mismo a la
humanidad redimida en un cántico de accin de gracias y de alabanza. “En el sacrificio
eucarístico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre a través de la muerte y
resurreccin de Cristo” (CIgC 1359). Uniéndose al sacrificio de Cristo, la Iglesia en la
Eucaristía da voz a la alabanza de la creación entera. A eso debe corresponder el compromiso
de cada fiel de ofrecer su existencia, su „cuerpo‟ -como dice san Pablo- “como una víctima
viva, santa, agradable a Dios” (Rm 12, 1), en una comunión plena con Cristo. De este modo
una sola vida une a Dios y al hombre, a Cristo crucificado y resucitado por todos y al discípulo
llamado a entregarse totalmente a él.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)