Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
La Anunciación del Señor.
25 de marzo
“No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios”
Hoy celebramos la fiesta de la Anunciación del Señor. Dios, con el anuncio del ángel
Gabriel y la aceptación de María de la expresa voluntad divina de encarnarse en sus entrañas,
asume la naturaleza humana -“comparti en todo nuestra condicin humana, menos en el
pecado”- para elevarnos como hijos de Dios y hacernos así partícipes de su naturaleza divina.
El misterio de fe es tan grande que María, ante este anuncio, se queda como asustada.
Gabriel le dice: “No temas, María” (Lc 1,30): el Todopoderoso te ha mirado con predileccin,
te ha escogido como Madre del Salvador del mundo. Las iniciativas divinas rompen los débiles
razonamientos humanos.
“No temas!”. Palabras que leeremos frecuentemente en el Evangelio; el mismo Seor
las tendrá que repetir a los Apóstoles cuando éstos sientan de cerca la fuerza sobrenatural y
también el miedo o el susto ante las obras prodigiosas de Dios. Nos podemos preguntar el
porqué de este miedo. ¿Es un miedo malo, un temor irracional? ¡No!; es un temor lógico en
aquellos que se ven pequeños y pobres ante Dios, que sienten claramente su flaqueza, la
debilidad ante la grandeza divina y experimentan su poquedad frente a la riqueza del
Omnipotente. Es el papa san Len quien se pregunta: “Quién no verá en Cristo mismo la
propia debilidad?”. María, la humilde doncella del pueblo, se ve tan poca cosa... pero en
Cristo se siente fuerte y desaparece el miedo!
Entonces comprendemos bien que Dios “ha escogido lo débil del mundo, para confundir
lo fuerte” (1Cor 1,26). El Seor mira a María viendo la pequeez de su esclava y obrando en
Ella la más grande maravilla de la historia: la Encarnación del Verbo Eterno como Cabeza de
una renovada Humanidad. Qué bien se aplican a María aquellas palabras que Bernanos dijo a
la protagonista de La alegría: “Un sentido exquisito de su propia flaqueza la reconfortaba y la
consolaba maravillosamente, porque era como si fuera el signo inefable de la presencia de
Dios en Ella; Dios mismo resplandecía en su corazn”.
2
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)