Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
IV semana de Cuaresma
Viernes
Salmo 33
El Señor no está lejos de sus fieles . Dios se hizo Hijo del hombre para que nosotros nos
convirtiéramos en hijos de Dios. En efecto, “la Verdad que salva la vida, que se hizo carne en
Jesús”, es la presencia íntima de Dios, que viene y que vive y que está con nosotros. Éste es
un don inestimable, un don capaz de hacernos “vivir en el abrazo universal de los amigos de
Dios”, nos hace capaces de vivir en la “red de amistad con Cristo, que une el cielo y la tierra”.
Cuando los cristianos se congregan para orar, Jesús mismo está en medio de ellos. Son
uno con Aquel que es el único mediador entre Dios y los hombres. La constitución sobre la
sagrada liturgia del concilio Vaticano II nos indica uno de los modos de la presencia de
Cristo: “Cuando la Iglesia suplica y canta salmos, está presente el mismo que prometi:
“Donde están dos o tres congregados en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,
20)” (Sacrosanctum Concilium, 7).
Pero el grado máximo de intensidad de su presencia entre nosotros se realiza en el
sacramento de la Eucaristía, en su doble aspecto de celebración y permanencia, porque en él
no slo se encuentra la presencia real del Seor, sino también su presencia “substancial”: la
substancia misma del pan y del vino, la fibra íntima de su ser, se convierte en Jesús.
La Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos ama.
Él nos ama a cada uno de nosotros de un modo personal y único en la vida concreta de cada
día: en la familia, entre los amigos, en el estudio y en el trabajo, en el descanso y en la
diversión. Nos ama cuando llena de frescura los días de nuestra existencia y también cuando,
en el momento del dolor, permite que la prueba se cierna sobre nosotros; también a través
de las pruebas más duras, Él nos hace escuchar su voz.
Sí, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama incluso cuando lo
decepcionamos, cuando no correspondemos a lo que espera de nosotros. Él no nos cierra
nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a este Dios que nos ha
redimido llegando incluso a la locura de la Cruz? ¿A este Dios que se ha puesto de nuestra
parte y está ahí hasta al final?
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)