Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
V semana de Cuaresma
Viernes
Salmo 17
Sálvame, Señor, en el peligro . El Señor no queda indiferente ante las lágrimas del que
sufre y, aunque sea por sendas que no siempre coinciden con las de nuestras expectativas,
responde, consuela y salva. Es lo que Ezequías proclama al final, invitando a todos a esperar,
a orar, a tener confianza, con la certeza de que Dios no abandona a sus criaturas: “Sálvame,
Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Seor” (v. 20).
Cuando nosotros acudimos Jesús con fe y esperanza, nos toma de la mano, nos atrae
hacia sí y nos dice, como a Pedro: “No temas. Yo estoy contigo. No te abandono. Y tú no me
abandones a mí”. Tal vez en más de una ocasin a cada uno de nosotros nos ha acontecido lo
mismo que a Pedro cuando, caminando sobre las aguas al encuentro del Señor,
repentinamente sintió que el agua no lo sostenía y que estaba a punto de hundirse. Y, como
Pedro, gritamos: “Seor, ¡sálvame!” (Mt 14, 30). Y luego, nos da la mano que sostiene y
lleva. Él nos sostiene. Volvamos a fijar nuestra mirada en él y extendamos las manos hacia
él.
Dejemos que su mano nos aferre; así no nos hundiremos, sino que nos pondremos al
servicio de la vida que es más fuerte que la muerte, y al servicio del amor que es más fuerte
que el odio. La fe en Jesús, Hijo del Dios vivo, es el medio por el cual volvemos a aferrar
siempre la mano de Jesús y mediante el cual él aferra nuestra mano y nos guía.
Podemos decir en los mementos de peligro, en forma de jaculatorio, la petición que la
liturgia pone en nuestros labios antes de la Comunión: “Jamás permitas que me separe de ti”.
Pedimos no caer nunca fuera de la comunión con su Cuerpo, con Cristo mismo; no caer nunca
fuera del misterio eucarístico. Pedimos que él no suelte nunca nuestra mano...
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)