Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
Semana Santa
Martes Santo
Salmo 70
En ti, Señor, he puesto mi esperanza ; no me veré defraudado para siempre. La
esperanza verdadera y segura está fundamentada en la fe en Dios Amor, Padre
misericordioso, que “tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16), para que
los hombres, y con ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).
Por tanto, el camino cuaresmal, camino de esperanza, es tiempo favorable para redescubrir
una esperanza no vaga e ilusoria, sino cierta y fiable, por estar „anclada‟ en Cristo, Dios
hecho hombre, roca de nuestra salvación.
Desde Cristo, una nueva esperanza distinguió a los cristianos de las personas que
vivían la religiosidad pagana. San Pablo, en su carta a los Efesios, les recuerda que, antes de
abrazar la fe en Cristo, estaban “sin esperanza y sin Dios en este mundo” (Ef 2, 12). Esta
expresión resulta sumamente actual para el paganismo de nuestros días: podemos referirla
en particular al nihilismo contemporáneo, que corroe la esperanza en el corazón del hombre,
induciéndolo a pensar que dentro de él y en torno a él reina la nada: nada antes del
nacimiento y nada después de la muerte.
En realidad, si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la
dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico;
como si no “destacaran” de la mera materialidad. Está en juego la relación entre la existencia
aquí y ahora y lo que llamamos el “más allá”. El más allá no es un lugar donde acabaremos
después de la muerte, sino la realidad de Dios, la plenitud de vida a la que todo ser humano,
por decirlo así, tiende. La esperanza está indeleblemente escrita en el corazón del hombre,
porque Dios nuestro Padre es vida, y estamos hechos para la vida eterna y bienaventurada.
Sí, Dios nos ama y precisamente por eso espera que volvamos a él, que abramos
nuestro corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y recordemos que somos
sus hijos. La esperanza “no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo” (Rm 5, 5).
2
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)