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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
I Semana de Pascua
Lunes
Salmo 15
(Cfr. Benedicto XVI, Audiencia general, 28 de septiembre de 2005)
Protege, Señor, a los que esperamos en ti . Aleluya. El ejemplo de los
antiguos patriarcas y profetas, ensea: “Se situaron bajo la proteccin de Dios,
implorando su ayuda, sin poner su confianza en los esfuerzos que realizaban. Y la
protección de Dios fue para ellos una ciudad fortificada, porque sabían que nada
podían sin la ayuda de Dios, y su humildad les impulsaba a decir, con el salmista:
“Si el Seor no construye la casa, en vano se cansan los albailes; si el Seor no
guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”.
Incluso ante el caos del mal, ante las tempestades de la historia y ante la
misma cólera de la justicia divina, el orante se siente en paz, envuelto en el manto
de protección que la Providencia ofrece a quien alaba a Dios y sigue sus caminos.
Al respecto, san Clemente Romano, observa: la protección, que Dios
concedió a los antiguos padres, ahora llega a nosotros en Cristo: “Oh Seor,
muestra tu rostro sobre nosotros para el bien en la paz, para ser protegidos por tu
poderosa mano, y líbrenos de todo pecado tu brazo excelso, y de cuantos nos
aborrecen sin motivo. Danos concordia y paz a nosotros y a todos los que habitan
sobre la tierra, como se la diste a nuestros padres que te invocaron santamente en
fe y verdad. (...) A ti, el único que puedes hacer esos bienes y mayores que esos
por nosotros, a ti te confesamos por el sumo Sacerdote y protector de nuestras
almas, Jesucristo, por el cual sea a ti gloria y magnificencia ahora y de generación
en generación, y por los siglos de los siglos” (60, 3-4; 61, 3: Padres Apostólicos,
BAC, Madrid 1993, pp. 234-235).
Nos fijamos en la expresión …esperamos en ti, Señor ; y decir, podemos decir
que, nuestra celebración litúrgica es fuente de esperanza para todos, porque
implica centrar la atención en el acontecimiento de la muerte y resurrección de
Cristo, fundamento de nuestra esperanza. El apóstol san Pedro afirma: “Bendito sea
el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia,
mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a
una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible” (1 P
1, 3-4).
El Resucitado es la fuente de nuestra esperanza y toda celebración infunde
en el corazón del hombre el misterio de esperanza plenamente realizado en Cristo.
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Por tanto, pongámonos siempre bajo la protección de Dios e imploremos su
asistencia. Reconociendo la fugacidad de este mundo, con alegre esperanza
esperamos el cielo y la tierra nueva, fieles a Cristo Rey, que se ha hecho redentor,
hermano y protector nuestro. ¡Alabados sean Jesús y María!
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)