1
Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
II Semana de Pascua
Sábado
Salmo 88
Proclamaré sin cesar las maravillas del Señor . En estas palabras está el
secreto de la verdadera felicidad de las personas y de los pueblos: creer y
proclamar que el Señor ha hecho maravillas para nosotros y que su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación. Este convencimiento es la fuerza
que anima a los hombres y mujeres que, aun a costa de sacrificios, se entregan
desinteresadamente al servicio de los demás.
En efecto, llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar “las
maravillas de Dios” (Hch 2,11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el
signo de los tiempos mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la
predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu
Santo (cf Hch 2,38).
Toda la historia de la salvación se presenta a los hombres para manifestarles
las maravillas de Dios y también para animarlos a acoger la continua invitación de
Dios a traducir la realidad de la gracia en su vida diaria. Es así como el hombre se
descubre querido y amado por Dios, y por eso lo llama a una unión cada vez más
íntima con él. Por otra parte, se siente impulsado a responder en la oración, con
humildad, a la voz de la llamada, emprendiendo el camino de la santidad.
La Iglesia ha contemplado con gratitud y asombro las maravillas realizadas
por el Señor en María, la Mujer a la que el pueblo cristiano aclama con las palabras
de la antigua antífona: “Toda hermosa eres, María; no hay en ti mancha del pecado
original”; y hoy nosotros contemplando a nuestra madre también hemos cantado:
Proclamaré sin cesar las maravillas del Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)