Lunes 03 de Octubre de 2011
Lunes 27ª semana de tiempo ordinario 2011
Jonás 1,1-2,1-11
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: "Levántate y vete a
Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."" Se
levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco
que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis,
lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó
una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los
marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para
aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía
profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes? Levántate e
invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no
perezcamos." Y decían unos a otros: "Echemos suertes para ver por culpa de quién
nos viene esta calamidad." Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le
interrogaron: "Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio?
¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?" Él les contestó: "Soy un
hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme." Temieron
grandemente aquellos hombres y le dijeron: "¿Qué has hecho?" Pues
comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces le
preguntaron: "¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?" Porque el
mar seguía embraveciéndose. Él contestó: "Levantadme y arrojadme al mar, y el
mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta."
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía
embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor, que no
perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre
inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres." Levantaron, pues, a Jonás y lo
arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos
hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un
gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y
tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
Interleccional: Jonás 2,3-8
R/ Sacaste mi vida de la fosa, Señor.
En mi aflicción clamé al Señor, / y me atendió; / desde el vientre del infierno
pedí auxilio, / y escuchó mi clamor. R.
Me arrojaste a lo profundo en alta mar, / me rodeaban las olas, / tus
corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí. R.
Yo dije: "Me has arrojado de tu presencia; / quién pudiera ver de nuevo tu
santo templo." R.
Cuando se me acababan las fuerzas / me acordé del Señor; / llegó hasta ti
mi oración, / hasta tu santo templo. R.
Lucas 10,25-37
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús
para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida
eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó:
"Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus
fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho.
Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse,
preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de
Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo
molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un
sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo
mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le
dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y,
montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día
siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo
que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se
portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que
practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."
COMENTARIOS
Esta conocida parábola quiere explicar el mandamiento del amor.
Pero, el doctor de la ley pregunta: “¿Quién es mi prójimo?”
Nos parece fácil decir quién es mi prójimo, aunque tal vez realmente no lo
sea. Nuestra sociedad, así como aquella en la que vivió Jesús, acostumbra hacer
acepción de personas. No todos somos iguales: algunos son más ricos que otros, o
más limpios que otros, o más bonitos que otros. Y ésos que consideramos menos
que nosotros, mirados con ojos humanos, ¿son mi prójimo?
Al decirnos cristianos, ya no hablamos sólo de prójimos, nos llamamos
hermanos. Hermanos todos con igual dignidad y libertad; todos solidarios por los
otros, trabajando por formar una sociedad libre, justa y solidaria para todos. A esa
sociedad o comunidad la llamamos Reinado de Dios.
Una sociedad en la que no sólo se tolere al prójimo, no sólo se le deje
acercarse, sino que se le ame de verdad, y amarle como a uno mismo.
Y, cuando la humanidad se ve invadida por sentimientos de angustia y baja
autoestima, ¿cómo podremos amar al prójimo si no nos amamos primeramente a
nosotros mismos?
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de servicios KOINONÍA)