¡El banquete de bodas está servido,sólo faltas tú!
Domingo 28 ordinario A
Las bodas tienen siempre un atractivo muy especial en cualquier lugar del mundo,
pues unen a dos familias, nos hablan de una unión de vida y de esperanza y abren
las puertas para la existencia de nuevos seres que vendrán a poblar este mundo en
el que desarrollamos nuestra existencia. Y un banquete de bodas muy especial,
convocado por un rey, sirve espléndidamente al Evangelista San Mateo para
hablarnos del Reino de los cielos. Un banquete preparado con toda la exquisitez de
una casa real. Fueron convocados los invitados por medio de los criados como era
la costumbre, pero los invitados se negaron a asistir. De nueva cuenta los convoca
rey, con la misma negativa, con el agravante de maltratar e incluso matar a los
sirvientes, pues sus asuntos y sus placeres les impedía participar en el banquete.
Hasta aquí entendemos que Cristo se está refiriendo a los sumos sacerdotes y
ancianos del pueblo de Israel, que ciertamente rechazaron la oferta que Cristo les
hacía para la nueva vida y la salvación que les ofrecía en su propia persona. Por eso
fueron convocadas otras gentes, que fueron tomadas de los cruces de los caminos y
de cuanto lugar encontraron, pues la boda no podía ser despreciada. Esa en una
forma de expresar la universalidad de la salvación ofrecida por Cristo Jesús. Una
salvación que ya no encontrará fronteras, pues todos los hombres están
congregados a la paz, a la justicia, al amor y a la fraternidad entre todos ellos. Ya
el profeta Isaías, en uno de sus más bellos cánticos, nos da cuatro características
de la salvación que Cristo nos da y que está simbolizada en la boda real:
Primero, habrá alimento para todos, y no nos estamos refiriendo a la vida después
de la muerte, sino en este mundo donde comienza el Reino de Dios. Ya nadie
morirá de hambre ni el alimento será patrimonio de los poderosos y de las naciones
ricas. ya no podremos hablar de países del tercer y cuarto mundo, porque el pan
alcanzará para todos: “El Señor del universo preparará un festín con platillos
suculentos, para todos los pueblos, un banquete con vinos exquisitos y manjares
sustanciosos.
Segundo: Ya no habrá muerte en Reino de Cristo, pues éste pagó de una vez por
todas en lo alto de la cruz, por los pecados de los hombres y ya no habrá necesidad
de considerar enemigos a los demás ni se tendrá que atentar contra sus bienes y
sus propiedades porque todo eso habrá desaparecido: “El Señor destruirá la muerte
para siempre”. Nunca más los no nacidos serán un obstáculo para la comodidad de
los hombres, pues siempre serán bienvenidos al banquete de la vida y ya no habrá
mujer que tenga que atentar contra la vida latente en su propio vientre, pues
considerará el máximo tesoro una vida que engrandecerá al mundo y será su propia
gloria.
Tercero: los sufrimientos de los hombres habrán acabado y ya no habrá madres
que lloren por la muerte de su hijo por no haber encontrado pan, salud y seguridad
para él y los padres ya no tendrán que llorar por la maldad de los que atentan
contra sus hijos, pues todos seremos una sola raza, una sola familia y un solo ser:
“Dios enjugará las lágrimas de todos”.
Cuarto: “El Señor borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo”, el pecado nos
ha separado y distanciado del amor de Dios, pero la fuerza del amor de Cristo y su
entrega por nosotros nos ha salvado y ha borrado la separación de la bondad y
misericordia del Padre de los cielos. Aprestémonos, a participar alegremente del
banquete del Reino, el Reino de Cristo, pues ciertamente nuestra participación será
esencial para alcanzar los dones y las gracias de la salvación de Dios que Cristo nos
ha conquistado.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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