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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
III Semana de Pascua
Martes
Salmo 30
En tus manos, señor, encomiendo mi espíritu . Todas las noches, los que
rezamos las Completas exclamamos: “A tus manos Seor, encomiendo mi espíritu”.
Éstas las palabras fueron también el último grito de Cristo en la cruz. Con esas
palabras se cierra el misterio de la pasión y se abre el misterio de la liberación a
través de su muerte, que se realizará en la Resurrección. Son palabras importantes.
La Iglesia, consciente de su importancia, las ha asumido en la liturgia de las Horas,
que cada día dice con fe y esperanza.
La muerte de Jesús en la cruz abre a cada hombre que viene a este mundo,
y que de este mundo parte, un océano de esperanza. „Expir‟, dice el evangelista
(Lc 23, 46; cf. Jn 19, 30). Este último suspiro de Cristo es el centro de la historia,
que precisamente en virtud de él es historia de la salvación.
Al expirar Jesús en la cruz, Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se entregó
totalmente a la humanidad, venciendo el pecado y la muerte. Esa respiración
humana que se acababa era sacramento del inagotable Espíritu de vida, que al
tercer día resucitó al Hijo del hombre, al «testigo fiel», haciéndolo «primogénito de
entre los muertos» (Ap 1, 5).
Quien muere en el Señor es “feliz ya desde ahora” (cf. Ap 14, 13), porque
une su expirar al de Cristo, con la esperanza segura de que “quien resucit al Seor
Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él” (2 Co 4, 14).
Nuestra vida está en las manos del Señor, siempre, en cada instante, y sobre todo
en el momento de la muerte. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)