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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
IV Semana de Pascua
Miércoles
Salmo 66
Que te alaben Señor todos los pueblos . Es un deber nuestro, además de una
necesidad del corazón, alabar y dar gracias a Señor que, siendo eterno, nos
acompaña en el tiempo sin abandonarnos nunca y que siempre vela por la
humanidad con la fidelidad de su amor misericordioso.
Podríamos decir con razón que la Iglesia vive para alabar y dar gracias a
Dios. Ella misma es “acción de gracias”, a lo largo de los siglos, testigo fiel de un
amor que no muere, de un amor que abarca a los hombres de todas las razas y
culturas, difundiendo de modo fecundo principios de auténtica vida.
Nosotros, la iglesia, nos reunimos cada día para celebrar la eucaristía y
alabar y dar gracias al Señor, conscientes de que hemos sido amados por Dios
antes de que nosotros fuéramos capaces de amarlo; para expresar nuestra
alabanza al Señor por las maravillas que ha realizado (cf. Sal 136); para pedirle
perdón por los pecados cometidos; y para implorar el don de la fidelidad en nuestra
vida de creyentes y la ayuda necesaria para nuestro peregrinar en el tiempo.
Cuanto más seamos capaces de alabar al Señor y hacer de la vida una
perenne acción de gracias al Padre (cf. Rm 12,1), presentada en unión con aquella
única y perfecta de Cristo Sacerdote, especialmente en la celebración de la
Eucaristía, tanto más el don de Dios será acogido y fecundo en nosotros.
Que Nuestra Señora de la Soledad nos enseñe a ser eucaristía en donde cada
uno vivimos, siendo como una Misa continuada alabando a Dios y cumpliendo en
todo su voluntad, ofreciendo a Dios nuestro amor y todo lo que somos y hacemos,
como un sacrificio prolongado de nosotros mismos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)