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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
V Semana de Pascua
Sábado
Salmo 99
El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo ; nuestro Dios es un Dios
„bueno‟ y „amable‟. Nuestro Dios no es un Dios lejano, intocable en su
bienaventuranza. Nuestro Dios tiene un corazón; más aún, tiene un corazón de
carne. Se hizo carne precisamente para poder sufrir con nosotros y estar con
nosotros en nuestros sufrimientos. Se hizo hombre para darnos un corazón de
carne y para despertar en nosotros el amor a los hermanos.
En este estribillo que acompaña al salmo tenemos una renovada confesión de
fe en el único Dios, como exige el primer mandamiento del Decálogo: “Yo soy el
Señor, tu Dios. (...) No habrá para ti otros dioses delante de mí” (Ex 20, 2. 3). Y
como se repite a menudo en la Biblia: “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazn
que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay
otro” (Dt 4, 39). Se proclama después la fe en el Dios creador, fuente del ser y de
la vida. Sigue la afirmacin, expresada a través de la así llamada “frmula del
pacto”, de la certeza que Israel tiene de la eleccin divina: “Somos suyos, su
pueblo y ovejas de su rebao” (v. 3). Es una certeza que los fieles del nuevo pueblo
de Dios hacen suya, con la conciencia de constituir el rebaño que el Pastor supremo
de las almas conduce a las praderas eternas del cielo (cf. 1 P 2, 25)
Con serena confianza en el amor divino, que no faltará jamás, el pueblo de
Dios se encamina a lo largo de la historia con sus tentaciones y debilidades diarias
a la casa del Padre, con la enorme confianza de que el Señor es su Dios, el Señor
es su creador, y de que pertenece al Dios bueno y misericordioso, cuya fidelidad no
tiene fin (cf. vv. 3-5); y de que Dios nuestro Padre es vida, y estamos hechos para
la vida eterna y bienaventurada. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)