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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
X Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 115
Invocaré, Señor, tu nombre . Dios, “El que es”, se revel a Israel como el
que es “rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6). Estos dos términos expresan de forma
condensada las riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su
benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su
constancia, su fidelidad, su verdad. “Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu
verdad” (Sal 138, 2; cf. Sal 85, 11). El es la Verdad, porque “Dios es Luz, en el no
hay tinieblas alguna” (1 Jn 1, 5); El es „Amor‟, como lo ensea el apstol Juan (1 Jn
4, 8; CIgC 214).
Pero el Nombre que todo lo contiene es aquel que el Hijo de Dios recibe en su
encarnación: Jesús. El nombre divino es inefable para los labios humanos (cf. Ex 3,
14; 33, 19-23), pero el Verbo de Dios, al asumir nuestra humanidad, nos lo entrega
y nosotros podemos invocarlo: „Jesús‟, „Dios salva‟ (cf. Mt 1, 21). El Nombre de
Jesús contiene todo: Dios y el Hombre y toda la economía de la Creación y de la
salvacin. Decir „Jesús‟ es invocarlo desde nuestro propio corazn. Su Nombre es el
único que contiene la presencia que significa. Jesús es el Resucitado, y cualquiera
que invoque su Nombre acoge al Hijo de Dios que lo amó y se entregó por él (cf.
Rm 10, 13; Hch 2, 21; 3, 15-16; Ga 2,20; CIgC 2666). Invocaré, Señor, tu
nombre.
La santidad del nombre divino exige no recurrir a él por motivos fútiles, y no
prestar juramento en circunstancias que pudieran hacerlo interpretar como una
aprobación de una autoridad que lo exigiese injustamente. Cuando el juramento es
exigido por autoridades civiles ilegítimas, puede ser rehusado. Debe serlo, cuando
es impuesto con fines contrarios a la dignidad de las personas o a la comunión de la
Iglesia (CIgC 2155).
Si nosotros vivimos bien, el Nombre divino es bendecido; pero si vivimos
mal, es blasfemado, según las palabras del Apstol: “El nombre de Dios, por
vuestra causa, es blasfemado entre las naciones” (Rm 2, 24; Ez 36, 20-22). Por
tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas tanta santidad como santo
es el nombre de nuestro Dios (san Pedro Crisólogo, serm. 71)
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)