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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
X Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 102
El Señor es compasivo y misericordioso . El Evangelio es la revelación, en
Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (cf. Lc 15). El ángel anuncia
a José: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus
pecados” (Mt 1, 21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la
redención, Jesús dice: “Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por
muchos para remisión de los pecados” (Mt 26, 28; CIgC 1846)
En efecto, Dios revela que es “rico en misericordia” (Ef 2, 4) llegando hasta
dar su propio Hijo. Gracias a la misericordia de Dios, nosotros hemos recibido la
promesa indefectible de la vida eterna (Cfr. san Cirilo de Jerusalén, catech. ill. 18.
29). “Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia
de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se
reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados.
La fórmula de absolución en uso en la Iglesia expresa: el Padre de la
misericordia es la fuente de todo perdón. Realiza la reconciliación de los pecadores
por la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, a través de la oración y el
ministerio de la Iglesia. En efecto, la fórmula dice: Dios, Padre misericordioso, que
reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el
Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la
Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo (OP 102; CIgC 1449).
Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es
un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la
salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para
los demás (CIgC 1489).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)