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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XI Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor (Cfr. CIgC 30). Se alegre el corazón de los que
buscan a Dios” (Sal 105, 3). Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no
cesa de llamar a todo hombre a buscarlo para que viva y encuentre la dicha. Pero
esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de
su voluntad, “un corazn recto”, y también el testimonio de otros que le enseen a
buscar a Dios.
Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu
sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu Creación, pretende
alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en si
el testimonio de su pecado y el testimonio de que Tú resistes a los soberbios. A
pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu Creación, quiere alabarte. Tu mismo
lo incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos
has hecho para ti y nuestro corazón esta inquieto mientras no descansa en ti (S.
Agustín. conf. 1, 1, 1). Alaba, alma mía, al Señor.
La eucaristía es el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia canta la
gloria de Dios en nombre de toda la Creación. Este sacrificio de alabanza sólo es
posible a través de Cristo: Él une los fieles a su persona, a su alabanza y a su
intercesión, de manera que el sacrificio de alabanza al Padre es ofrecido por Cristo
y con Cristo para ser aceptado en Él (CIgC 1361).
En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los
miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su
oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un
valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las
generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda. Alaba, alma mía, al
Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)