DOMINGO/ 28/A 9 OCTUBRE 2011
Isaías 25,6-10a
Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este
monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares
enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos
los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para
siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de
su pueblo lo alejará de todo el país. -Lo ha dicho el Señor-.
Aquel día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos
salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará
sobre este monte."
Salmo responsorial: 22
R/Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar;
/ me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine
por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado
me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la
cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y
habitaré en la casa del Señor / por años sin término. R.
Filipenses 4,12-14.19-20
Hermanos: Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en
todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel
que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. En pago,
mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su
espléndida riqueza en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.
Mateo 22,1-14
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los
sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "El reino de los cielos se parece a un
rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los
convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles
que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses
cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso;
uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los
criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas,
que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a
sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id
ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la
boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron,
malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró
a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los camareros: "arrojadlo fuera. Porque muchos son los
llamados y pocos los escogidos."]
COMENTARIOS
ISAÍAS . Tres son los temas de la antigua tradición bíblica que vertebran este
oráculo: la teología del día de Yahvé , condensada en la expresión “en aquel día”, el
significado profundo del banquete en la cultura bíblica y, por último, la vocación del
Monte Santo de Sión a reunir en torno a sí a todos los pueblos.
El “ día de Yahvé ” será el tiempo de la intervención última y definitiva de
Dios, que no solamente afectará al pueblo de la elección sino a toda la humanidad.
Esta es la conquista de un Israel diseminado entre las naciones y con una fe cada
vez más universalista, que ha vinculado a todas las naciones a su destino en el final
de los tiempos .
Celebrar un banquete en presencia de Dios es signo de comunión y de
protección con El. El vino que acompaña el banquete es signo de prosperidad pues
al final Dios ofrecerá la mayor de la prosperidad, la mayor de las alianzas.
Por último, la teología de Sión . Si Jerusalén había sido el centro neurálgico de
la fe y la sociedad de Israel, ahora se transfigura su misión y pasará a ser el centro
del mundo desde donde Yahvé se revelará como Señor de la historia y de los
pueblos. La ceguera de los pueblos que no conocían a Yahvé será curada cuando el
mismo Dios retire el velo que lo ocultaba. Se eliminará el destino trágico de la
humanidad con la victoria sobre la muerte y el llanto. Allí los pueblos en fiesta
reconocerán que Yahvé de los ejércitos es Dios, el único. La imagen de la mano de
Yahvé sirve en la literatura bíblica para describir las intervenciones del Dios
Creador, Liberador, Guerrero y Providente. En Sión tendrá lugar la definitiva
intervención; esta vez como anfitrión de fiesta.
EVANGELIO . El banquete de bodas es la imagen de la fiesta y la alegría, la
amistad y la gratuidad. Es la fiesta del amor frente al individualismo; hay fiesta
cuando nos hemos juntado todos. Es la utopía de una humanidad unida
compartiendo por igual los bienes de la tierra, eliminando las soledades y
reconociendo en cada rostro a una persona concreta.
Los invitados primeros rechazan la llamada/invitación.
Pero el banquete no se suspende. Los mediadores del Señor salen de nuevo a
invitar: “Id ahora a los cruces de los caminos e invitad a todos los que
encontréis”. Éstos constituyen el núcleo de la nueva humanidad.
Hay en la parábola una segunda sorpresa que nos escandaliza: “¿Cómo has
entrado aquí sin traje de fiesta?... Arrojadlo fuera” . Hay que ir “vestidos de fiesta”;
es la utopía de una humanidad unida compartiendo por igual los bienes, rompiendo
soledades y aislamientos. De lo contrario no tendrás sitio en la mesa.
La conclusión de la parábola nos depara una sorpresa más. “Muchos son los
llamados y pocos los escogidos”. Aquí pone de relieve la respuesta de los primeros
invitados. Ellos mismos se han autoexcluido. En cambio, son muchos los llamados
que antes parecían condenados a no poder participar en el banquete y sin embargo
han respondido a la invitación. Sólo los que vienen sin el vestido de boda son
echados fuera del banquete.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de SAL TERRAE: HOMILÉTICA)