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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XIII Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 25
(Benedicto XVI, 29 de octubre de 2006)
Ten compasión de mi, Señor . Este estribillo con el que, hemos respondido al
salmo nos lleva recordar al ciego Bartimeo, que se dirige a él gritando con fuerte
voz: “Hijo de David, ten compasin de mí”. Esta oracin toca el corazn de Cristo,
que se detiene, lo manda llamar y lo cura. El momento decisivo fue el encuentro
personal, directo, entre el Señor y aquel hombre que sufría. Se encuentran uno
frente al otro: Dios, con su deseo de curar, y el hombre, con su deseo de ser
curado. Dos libertades, dos voluntades convergentes: “Qué quieres que te haga?”,
le pregunta el Seor. “Que vea”, responde el ciego. “Vete, tu fe te ha curado”. Con
estas palabras se realiza el milagro. Alegría de Dios, alegría del hombre.
Cristo es el verdadero „médico‟ de la humanidad, a quien el Padre celestial
envió al mundo para curar al hombre, marcado en el cuerpo y en el espíritu por el
pecado y por sus consecuencias. Así, nosotros también podemos decir con san
Agustín: “Seor, ten compasin de mí! Ay de mí! Mira aquí mis llagas; no las
escondo; tú eres médico, yo enfermo; tú eres misericordioso, yo miserable”
(Confesiones, X, 39). Ten compasión de mi, Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)