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Cuando el corazón se viste de fiesta
Domingo 28º del Tiempo ordinario. Mt 22,1-14
9 de octubre de 2011
Tantas veces el atuendo para una boda o para una fiesta, complica enormemente la vida de los
novios o de los que participan en el evento festivo. El evangelio de este domingo habla de la vestidura del
corazón. La parábola que escucharemos podríamos verla como una narración infantil de "buenos y
malos", como si Jesús provocase a aquellos saduceos y les amenazase con quitarles lo que se les dio y tan
torpemente administraron, razón por la cual vendrían ahora otros que tratarían de gestionar lo que ellos
fueron incapaces. Pero no es así de fatalista ni de maniquea la historia; porque también entre los judíos
hubo quien entendió, y quien vivió fielmente la espera del Mesías, y que al llegar éste lo reconoció. E
igualmente, también entre los cristianos ha habido gente que no ha entendido nada y ha puesto a la Iglesia
en la misma situación de torpe decadencia, similar a la de los judíos que hicieron de Israel una casa de
maldición. Es justo reconocer todos los claroscuros de la historia.
Lo que manifiesta la voluntad del padre de la parábola no es que invita a nuevos comensales
contra los ingratos que rechazaron su primea invitación, es decir, no se trata de sentar a cualquiera y de
cualquier manera en el banquete como para incomodar a los anteriores. Porque lo que se pretende no es
provocar a los primeros invitados, sino agradar y festejar al hijo en su boda. Por eso, porque el hijo es el
criterio y la medida para sentar o no a nuevos invitados, hay que examinar nuestros trajes, es decir, nuestra
vida. Porque podemos ir mal vestidos independientemente de que seamos de derecha o de izquierda,
conservadores o progresistas, chapados a la antigua o sin chapa que valga. No es el "modelo" el que aquí
es determinante, sino si con ese modo de "vestir", es decir, con ese modo de vivir, estamos a la altura de
la fiesta del Hijo de Dios, de sus Bodas con la humanidad.
Y quien nos da la clave en esto es san Pablo: "Revestíos, como elegidos de Dios, santos y amados,
de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y
perdonándoos mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os ha perdonado, perdonaos
también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor que s vínculo de la perfección... y sed
agradecidos" (Col 3,12-15). Este es el traje de fiesta propio del cristiano. Los que andan ocupados en
otras cuestiones secundarias y en otros telares, jamás entenderán esta vestimenta evangélica sin la cual
no se puede uno sentar en la Boda del Hijo de Dios.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo