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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XVII Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 83
Qué agradable, Señor, es tu morada . El hombre es consciente de la infinitud
e inmensidad de Dios, no circunscrito a los límites del espacio y del tiempo, pues
“siendo Seor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos del
hombre” (Hch 17, 24). Pero el Dios de la Alianza, “Aquel que es” (cf. Ex 3, 14), ha
querido venir a habitar en medio de su pueblo.
En la persona de Jesucristo, Dios mismo sale al encuentro del hombre. Dios
se hace accesible a los sentidos, tangible: “Hemos visto”, “hemos oído” y “hemos
tocado al Verbo de la Vida”, “porque la Vida se ha manifestado, y nosotros la
hemos visto”, escribe el apstol san Juan (cf 1Jn 1, 1-2). En efecto, en Jesucristo
“habita corporalmente la plenitud de la divinidad” (Col 2, 9), hasta el punto de que
su cuerpo es el templo verdadero, nuevo y definitivo, como hemos oído en la
lectura del Evangelio (cf Jn 2, 21). El Verbo de Dios se hizo carne, y puso su
morada entre nosotros (Ibíd., 1, 14). Por ello, con el corazón henchido de gozo,
proclamamos con el Salmista: “¡Qué deseables son tus moradas, Seor de los
ejércitos!” (Sal 83 [82], 2).
San Juan, cuando habla de una de sus visiones, en la de la tierra
nueva, dice: “Esta es la morada de Dios con los hombres” (Ap 21, 3). Esa morada
definitiva con Dios se hará realidad en la otra vida, pero ya desde ahora la tierra
debe comenzar a ser la morada de Dios; de lo contrario, será únicamente la tierra
del odio y de la muerte.
El hombre no puede caminar bien sin Dios, debe caminar juntamente con
Dios en la historia, y el templo, la morada de Dios, tiene la misión de indicar de
modo visible esta comunión, este dejarse guiar por Dios hacia la morada eterna.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)