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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XIX Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 131
m00Ven, Señor, a tu morada . Ordinariamente, en todos los pueblos, el
centro de la vida social de una comunidad, encontramos un Lugar, que evoca la
presencia el misterio de Dios, precisamente un espacio para Dios, una morada para
Dios. El hombre no puede caminar bien sin Dios, debe caminar juntamente con Dios
en la historia, y el templo, la morada de Dios, tiene la misión de indicar de modo
visible esta comunión, este dejarse guiar por Dios.
La segunda Persona de la Santísima Trinidad, que se encarnó en el seno
virginal de María, como escribe San Juan en el Prólogo del cuarto Evangelio: “En el
principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios... Y la
Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. (Jn 1, 1. 14).
Por consiguiente, la verdadera morada de Dios en el mundo, no hecha de
madera sino de carne y sangre, es la Virgen, que se ofrece al Señor como Arca de
la alianza y nos invita a ser también nosotros morada viva de Dios en el mundo,
como el evangelista san Juan afirma: “La Palabra se hizo carne, y puso su Morada
entre nosotros” (Jn 1,14), y añade: “a todos tos que la recibieron les dio poder de
hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (ibíd. 1,12). Así, cada uno de
nosotros, está llamado a decirle a Jesús: Ven, Señor, a tu morada; o como dice
aquel canto eucarístico, “ven a mi dulce pan de la vida…
Ciertamente, cada uno debe dedicarse activamente a la construcción de la
Morada de Dios, realizando nuestro trabajo diario como ofrenda a Dios y haciendo
producir los propios talentos. Pero hemos de hacerlo recordando siempre que “si
esta tienda que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio
que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en el
cielo” (2 Cor 5, 1).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)