1
Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XX Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 105
Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo . La Biblia no se cansa de repetir que
el mal es mal porque hace mal; en efecto, el pecado lesiona a sí mismo al que lo
comete, porque lleva dentro de sí la sanción. Así, por ejemplo, Jeremías dice:
“Yendo en pos de la vanidad se hicieron vanos” (cf. 2, 5); “Que te enseñe tu propio
daño, que tus apostasías te escarmienten; reconoce y ve lo malo y amargo que te
resulta el dejar al Señor tu Dios” (2, 19); “Todo esto lo trastornaron tus culpas y
tus pecados te privaron del bien” (5, 25).
Por su parte, Isaías haciéndose portavoz de los sentimientos más genuinos
del pueblo de Dios, exclama: “Somos como impuros todos nosotros, como paño
inmundo todas nuestras obras justas. Caímos como la hoja todos nosotros, y
nuestras culpas como el viento nos llevaron” (64, 5).
Jesús, entrando en el entramado de esta historia devastada por el pecado,
ha dejado que el peso y la violencia de nuestras culpas hicieran mella en él; por
eso, mirando a Jesús se percibe claramente lo devastador que es el pecado y lo
quebrantada que está la familia humana, es decir: ¡Nosotros! ¡Tú y yo!
Sin embargo, Jesús ha reaccionado a nuestro orgullo con su humildad; a
nuestra violencia con su mansedumbre; a nuestro odio con el Amor que perdona: la
cruz es el acontecimiento a través del cual entra en nuestra historia el amor de
Dios, se hace cercano a cada uno de nosotros y se convierte en experiencia que
regenera y salva.
Ante esta realidad de los profetas, que hacen portavoces del pueblo, hoy
nosotros podemos reconocernos pecadores y exclamar:
1) Señor Dios, tu Iglesia peregrina, santificada siempre por ti con la sangre
de tu Hijo, acoge en su seno en cada época a nuevos miembros que brillan por su
santidad y a otros que, con su desobediencia a ti, contradicen la fe profesada en el
santo Evangelio. Tú, que permaneces fiel aun cuando nosotros te somos infieles,
perdona nuestras culpas y concédenos ser entre los hombres auténticos testigos
tuyos.
2) Señor Jesús, tú que sanabas a los enfermos y abrías los ojos a los ciegos,
tú que perdonaste a la mujer pecadora y confirmaste a Pedro en tu amor, perdona
nuestros pecados y danos un corazón nuevo para poder vivir en comunión perfecta.
2
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)