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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXII Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 95
Cantemos al Señor con alegría . La misteriosa fuente oculta de la alegría
verdadera es Jesús, a quien María concibió por obra del Espíritu Santo, y que fue el
comienzo de la derrota del miedo, de la angustia, de la tristeza: el pecado, la
esclavitud más humillante para el hombre.
El „sí‟ de María es alegría para cuantos estaban en las tinieblas y en la
sombra de la muerte. En efecto, a través de ella vino al mundo el Señor de la vida.
Los creyentes exultan y la veneran como Madre de los hijos redimidos por Cristo.
Hoy, en particular, la contemplamos como „signo de consuelo y de esperanza‟ (cf.
Prefacio) para cada uno de los hombres y para todos los pueblos en camino hacia la
patria eterna.
Para nosotros, los cristianos, la causa-fundamento de nuestra alegría no es
otra que la causa de la alegría de Jesús: ser plenamente consciente de que Dios,
nuestro Padre, nos ama. Este amor transforma nuestras vidas y llena de gozo
nuestro corazón. Nos ayuda a comprobar que, realmente, Jesús no vino para
imponernos ningún tipo de yugo. Él vino para enseñarnos lo que significa ser
plenamente feliz y plenamente hombres. Por tanto, cuando descubrimos la verdad,
descubrimos también la alegría: la verdad sobre Dios, nuestro Padre, la verdad de
Jesús, nuestro Salvador, la verdad sobre el Espíritu Santo que vive en nuestros
corazones.
La gloria de la Madre es motivo de alegría inmensa para todos sus hijos, una
alegría que conoce las amplias resonancias del sentimiento, típicas de la piedad
popular, aunque no se reduzca a ellas. Es, por decirlo así, una alegría teologal,
fundada firmemente en el misterio pascual. En este sentido, la Virgen es “causa
nostrae laetitiae”, causa de nuestra alegría.
La alegría que nos da la Virgen es una alegría que permanece incluso en
medio de las pruebas. Por esto nos dirigimos a María invocándola como “Causa de
nuestra alegría”.
María, Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros! Enséñanos a saber
recoger, en la fe, la paradoja de la alegría cristiana, que nace y florece del dolor, de
la renuncia, de la unión con tu Hijo crucificado: haz que nuestra alegría sea siempre
auténtica y plena, para poderla comunicar a todos.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)