¡Invitados a Dios!
DOMINGO XXVIII PER ANNUM A
9 de octubre de 2011
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo: El reino de los cielos se parece a un rey que
celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la
boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a
punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus
tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los
maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y
prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: La boda está preparada,
pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a
todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos
y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se
llenó de comensales
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje
de fiesta y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no
abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y
arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque
muchos son los llamados y pocos los escogidos.
¡Es “increíble! ¡Tú, yo, él; éstos, ésos, aquéllos; todos, todos, todos, invitados por
Dios a Dios! ¡El Anfitrión, el Banquete y la Sala de celebración de proporciones
inmensas y eternas, son el Mismo Dios! ¡Los aperitivos, los entrantes, servidos en
el tiempo y en el espacio, son pregustaciones todos ellos del Anfitrión, del Banquete
y de la Sala; son un abrir de boca para comprender, con los ojos del corazón
iluminados por el Padre, la Esperanza a la que a todos nos llama por Cristo en el
Espíritu!
Hasta tanto que lleguen los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva, los
cristianos nos reunimos en torno a la mesa de la Palabra, del Pan y de la
Fraternidad, agradecidos a Dios Padre por habernos invitado a Cristo, su Hijo y
Señor Nuestro, en Quien ha preparado a los pueblos la fiesta gozosa de esta
creación donde todos los hombres coman y se alegren. Por Quien ha revelado su
nombre y su bondad a las naciones convocando toda lengua y toda raza a la
comunidad universal de la Nueva Alianza , a las Bodas de su Cordero, Esposo de la
Humanidad. Con Cuya muerte y resurrección ha diseñado e inaugurado el banquete
del Reino donde todos los pueblos de la tierra podremos ver la salvación de nuestro
Dios…
Mientras tanto, en este tiempo intermedio de esperanza y espera, de
mil maneras sigue el Señor saliendo a los caminos de los hombres y convidando al
Banquete de Sí Mismo. Su Espíritu nos prepara a la fiesta de su Hijo con el vestido
de la respuesta a su llamada, el traje de la humildad y el arrepentimiento, de la
pobreza acogedora, el traje de una actitud agradecida, de la verdad y la unidad, el
traje de la fe sin excusas…
Quiera el Señor, y queramos nosotros también, que en este mundo
nuestro de tierras y negocios, de corazones poseídos por las riquezas u oprimidos
por la miseria, abunden profetas y parábolas que nos hablen de un Reino futuro de
amor y de banquetes gratis, para todos igual. Quiere el Señor y queramos nosotros
también, que la Fiesta y el Festín del Pan suculento y del Vino de solera, que
nos nutre y enciende, nos incite a todos a hacernos Pan y Vino para el camino de
los hermanos más necesitados , con lágrimas aún no enjugadas en su rostro y con
el temor a que no se les arranque el velo de muerte que los cubre y entristece. Que
no impidamos con nuestros contrasignos que otros respondan a la llamada de la
invitación divina, Que los que rechazan la invitación a participar en el Banquete de
Dios , descubran en Él el gozo de la salvación integral. Que la Iglesia, enviada por
Cristo a invitar a todos a entrar en la sala del banquete, sepa hacer atrayente la
llamada.. Que no dejemos de oír la interpelación y envío del Señor: Id a los cruces
de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda, porque la Fiesta
de Dios sólo empieza cuando todos, ungida nuestra cabeza con perfume estemos
sentados a la mesa, preparada frente al Mal derrotado, satisfechas ya todas
nuestras necesidades con magnificencia conforme a la espléndida riqueza de Dios,
Anfitrión, Banquete y Sala dea quienes dieron una respuesta creíble a la ¡
“increíble”! propuesta del Rey de la parábola.
Juan Sánchez Trujillo