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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXIII Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 150
Alabemos al Señor con alegría. La alabanza es la forma de orar que reconoce
de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por El mismo, le da gloria no
por lo que hace sino por lo que El es. Participa en la bienaventuranza de los
corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la Gloria. Mediante ella, el
Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios
(cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien
glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva
hacia Aquél que es su fuente y su término: "un solo Dios, el Padre, del cual
proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Co 8, 6).
San Lucas menciona con frecuencia en su Evangelio la admiración y la
alabanza ante las maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las
acciones del Espíritu Santo que son los hechos de los apóstoles : la comunidad de
Jerusalén (cf Hch 2, 47), el tullido curado por Pedro y Juan (cf Hch 3, 9), la
muchedumbre que glorificaba a Dios por ello (cf Hch 4, 21), y los gentiles de Pisidia
que “se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Seor” (Hch 13, 48).
“Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y
salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef 5, 19; Col 3, 16). Como los autores
inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas releen el
libro de los Salmos cantando en él el Misterio de Cristo. En la novedad del Espíritu,
componen también himnos y cánticos a partir del acontecimiento inaudito que Dios
ha realizado en su Hijo: su encarnación, su muerte vencedora de la muerte, su
resurrección y su ascensión a su derecha (cf Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; Ef 5, 14; 1
Tm 3, 16; 6, 15-16; 2 Tm 2, 11-13). De esta „maravilla‟ de toda la Economía de la
salvación brota la doxología, la alabanza a Dios (cf Ef 1, 3-14; Rm 16, 25-27; Ef 3,
20-21; Judas 24-25).
San Agustín dice que “Cualquiera que confiese con la boca, canta a Dios.
Canta con la boca y salmodia con las obras. (...) Pero, entonces, ¿quiénes son los
que cantan? Los que obran el bien con alegría. Efectivamente, el canto es signo de
alegría. ¿Qué dice el Apstol? “Dios ama al que da con alegría” (2 Co 9, 7). Hagas
lo que hagas, hazlo con alegría. Si obras con alegría, haces el bien y lo haces bien.
En cambio, si obras con tristeza, aunque por medio de ti se haga el bien, no eres tú
quien lo hace: tienes en las manos el salterio, pero no cantas” (Esposizioni sui
Salmi, III, Roma 1976, pp. 192-195).
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)