1
Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXVII Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 129
Perdónanos, Señor, y viviremos . Dios es vida y fuente de la vida. Creer en él
significa testimoniar su misericordia y su perdón. El Bautismo, que nos perdona los
pecados y nos da la vida en el Espíritu Santo, la gracia santificante, es un nuevo
nacimiento: Dios nos lava, nos perdona y nos da la vida. Un nuevo inicio de la vida.
En efecto, muy bien podemos poner en los labios del bautizado, por boca de
papás y padrinos, esta respuesta que hemos dado al salmo: Perdónanos, Señor, y
viviremos.
La Carta a los Romanos dice que en el Bautismo hemos sido como
„incorporados‟ en la muerte de Cristo. En el Bautismo nos entregamos a Cristo; Él
nos toma consigo, para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino gracias a Él,
con Él y en Él; para que vivamos con Él y así para los demás.
En el Bautismo nos abandonamos nosotros mismos, depositamos nuestra
vida en sus manos, de modo que podamos decir con san Pablo: “Vivo yo, pero no
soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Si nos entregamos de este modo, aceptando
una especie de muerte de nuestro yo, entonces eso significa también que el confín
entre muerte y vida se hace permeable.
Tanto antes como después de la muerte estamos con Cristo y por esto,
desde aquel momento en adelante, la muerte ya no es un verdadero confín. San
Pablo nos lo dice de un modo muy claro en su Carta a los Filipenses: “Para mí la
vida es Cristo. Si puedo estar junto a Él (es decir, si muero) es una ganancia.
Sólo Cristo resucitado puede llevarnos hacia arriba, hasta la unión con Dios,
hasta donde no pueden llegar nuestras fuerzas. Él carga verdaderamente la oveja
extraviada sobre sus hombros y la lleva a casa. De su muerte procede nuestra vida,
de sus llagas nuestra curación, de su caída nuestra resurrección, de su descenso
nuestra elevación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)