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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXIX Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 23
(Cfr. Juan Pablo II, 28 de abril de 2004
Haz, Señor, que te busquemos . Es como si dijéramos: “Tu rostro buscaré,
Señor; no me escondas tu rostro” (Sal 26: 8-9). Por tanto, el rostro de Dios es la
meta de la búsqueda espiritual del orante. Al final emerge una certeza indiscutible:
la de poder “gozar de la dicha del Señor” (v. 13).
En el lenguaje de los salmos, a menudo „buscar el rostro del Señor‟ es
sinónimo de entrar en el templo para celebrar y experimentar la comunión con el
Dios de Sión. Pero la expresión incluye también la exigencia mística de la intimidad
divina mediante la oración. Por consiguiente, en la liturgia y en la oración personal
se nos concede la gracia de intuir ese rostro, que nunca podremos ver directamente
durante nuestra existencia terrena (cf. Ex 33, 20). Pero Cristo nos ha revelado, de
una forma accesible, el rostro divino y ha prometido que en el encuentro definitivo
de la eternidad -como nos recuerda san Juan- “lo veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2). Y
san Pablo añade: “Entonces lo veremos cara a cara” (1 Co 13, 12).
Orígenes, el gran escritor cristiano del siglo III, escribe: “Si un hombre busca
el rostro del Señor, verá sin velos la gloria del Señor y, hecho igual a los ángeles,
verá siempre el rostro del Padre que está en los cielos” (PG 12, 1281).
Y san Agustín, en su comentario a los salmos, continúa así la oración del
salmista: “No he buscado de ti ningún premio que esté fuera de ti, sino tu rostro.
„Tu rostro buscaré, Señor‟. Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto,
no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente,
dado que no encuentro nada más valioso. (...) „No rechaces con ira a tu siervo‟,
para que, al buscarte, no encuentre otra cosa. ¿Puede haber una tristeza más
grande que esta para quien ama y busca la verdad de tu rostro?” (Esposizioni sui
Salmi, 26, 1, 8-9, Roma 1967, pp. 355. 357).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)