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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXX Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 147
Bendigamos al Señor nuestro Dios en todo tiempo (cf. Sal 33, 2). Que en
nuestros labios esté siempre su alabanza, conservemos su recuerdo, proclamemos
la virtud de aquel que „nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable‟ ( 1 P 2,
9). Pidamos continuamente su ayuda, para que conserve en nosotros la luz del
conocimiento que nos ha traído, y nos guíe hasta el día de la perfección”.
Adelantemos nuestro oficio en la eternidad en el tiempo, sin desmayar,
“Adoremos y bendigamos a nuestro único y verdadero Dios. Que resuene el
universo y se cante por doquier: Gloria al Padre eterno, gloria al Verbo adorable. La
misma gloria al Espíritu Santo, que con su amor los une en un vínculo inefable”
(doxología que Montfort pone en los labios de María en el Magnificat: Cántico, 85,
6).
Recordemos que cuando el hombre bendice a Dios, reconoce y agradece;
cuando Dios bendice al hombre, pronuncia una palabra eficaz, otorga bienes. Es
decir, Dios comenzó bendiciendo al hombre con los frutos de la tierra, el
hombre respondió ofreciendo un obsequio agradecido, fruto de su trabajo, y Dios
responde bendiciendo de nuevo al hombre.
Donde el sol bendice, allí la tierra bendice, bendicen los árboles frutales,
bendicen los animales, bendicen los pájaros, y el hombre se hace eco de toda la
creación para alabar y dar gracias a Dios. Nadie queda excluido de la bendición del
Señor. San Ambrosio dice que tenemos que añadir a este concierto de alabanza
nuestra voz alegre y confiada, acompañada por una vida coherente y fiel.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)