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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXXI Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 26
El Señor es mi luz y mi salvación . La respuesta al salmo nos sugiere el tema
de la luz, que vence a las tinieblas. En Cristo, luz de los pueblos, se nos ha revelado
el misterio de nuestra salvación.
Dios se nos ha revelado en su Hijo Jesús, como luz del mundo, para guiar e
introducir por fin a la humanidad en la tierra prometida, donde reinan la libertad, la
justicia y la paz. Y somos cada vez más conscientes de que por nosotros mismos no
podemos promover la justicia y la paz, si no se nos manifiesta la luz de un Dios que
nos muestra su rostro, que se nos presenta en el pesebre de Belén, que se nos
presenta en la cruz.
Así, en símbolo de la luz se nos evoca una realidad que afecta a lo más
íntimo del hombre: la luz del bien que vence al mal, del amor que supera al odio,
de la vida que derrota a la muerte. En esta luz interior, en la luz divina, nos hace
pensar en Cristo luz del mundo, que nos propone el anuncio de la victoria definitiva
del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte.
Cristo es la luz, luz que no puede oscurecerse, sino sólo iluminar, aclarar,
revelar. Por tanto, que nadie tenga miedo de Cristo y de su mensaje. Y si a lo largo
de la historia los cristianos, por ser hombres limitados y pecadores, lo han
traicionado a veces con sus comportamientos, esto hace resaltar aún más que la luz
es Cristo y que la Iglesia sólo la refleja permaneciendo unida a él.
Que la Madre del Verbo encarnado nos ayude a ser dóciles discípulos de su
Hijo, Luz de los pueblos. Que nos ayude a abrir nuestra mente y nuestro corazón a
Cristo. No tengamos miedo de la luz de Cristo. Su luz es el esplendor de la verdad.
Dejémonos iluminar por él, dejémonos envolver por su amor y encontraremos el
camino de la paz.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)